08 mayo 2013

Buzz Aldrin asegura que necesitamos una colonia en Marte


Buzz Aldrin no suele mencionar su viaje a la Luna. Su hijo Andy, ingeniero, no recuerda haber hablado con él del primer alunizaje de la Historia ni una sola vez en sus cuatro décadas de charlas sobre el espacio. El astronauta que pisó nuestro satélite 20 minutos después de Neil Armstrong sólo ve la Luna como un paso para llegar a la meta actual: colonizar Marte. "Debemos ser los primeros", dice con voz firme en una entrevista con EL MUNDO.

A los 83 años, lamenta que ya no pueda estar entre los pioneros en instalarse en otro planeta, pero sigue luchando para que la NASA adopte el sistema de "naves cíclicas" que él inventó para poder transportar personas y material entre la Tierra y Marte de manera permanente: una red en continuo movimiento con módulos reutilizables. Trabaja en ello desde 1985 y ahora asesora al Gobierno. Su nuevo libro, Mission to Mars: My Vision for Space Exploration (National Geographic), que sale a la venta el próximo martes, pretende ser un manifiesto para que los congresistas y los asesores científicos del presidente Barack Obama no se despisten de cuál debe ser el principal objetivo.

Aldrin tiene claro que la NASA, con la ayuda de la industria comercial, puede llevar seres humanos a Marte hacia 2035 y debe hacerlo para que se conviertan en "colonos permanentes". "No vamos a transportar a la gente de vuelta a la Tierra, es demasiado caro. Necesitamos establecer una colonia permanente en otro planeta y dejar que crezca. Cuando consigamos hacer eso, ese presidente pasará a la Historia durante cientos de miles de años", dice el astronauta, que enseguida descarta el satélite que él visitó y ahora considera "un callejón sin salida".

"La Luna está cerca, pero no es un buen lugar para establecerse. Las temperaturas son muy extremas y hay mucha más radiación que en Marte", explica Aldrin, que ensalza las cuatro estaciones del año de 687 días del planeta rojo. "Tengo que recordar qué hacer a los congresistas y a la NASA", dice por teléfono desde su oficina de Los Ángeles, donde continúa trabajando incansable.

No siempre fue así. El hombre que pisó la Luna tras Armstrong deja caer en la conversación sus problemas personales cuando volvió a la Tierra en 1969. Acabó en tratamiento para alcohólicos y en largas terapias para superar la depresión. Su psiquiatra le preguntaba a menudo si la frustración que notaba tenía algo que ver con el hecho de ser el segundo en bajar por la escalerilla a pisar la Luna y más cuando él tenía que haber sido el primero, según el protocolo de la NASA que se saltó en ese caso. Aldrin repite que no le importó, aunque su padre hasta protestó delante de la Casa Blanca porque el servicio postal de EEUU sólo puso a Armstrong en un sello conmemorativo con las palabras "el primer hombre en la Luna".


Sin rumbo claro, el ingeniero y héroe nacional hasta trabajó en un concesionario de coches, pero cuando logró volver a centrar su carrera Aldrin fue el único miembro del programa Apolo que siguió trabajando en diseñar aeronaves para la NASA. En 2003, patentó una nueva lanzadera espacial. Y fue uno de los primeros en defender la causa marciana y en oponerse al proyecto de George W. Bush de volver a llevar astronautas a la Luna.

El pionero defiende dejar ahora a otros países concentrarse en el satélite. "Tenemos que ayudar a otras naciones a llegar a la Luna sin consumir recursos de EEUU, mientras seguimos dando pasos para liderar la misión a Marte", dice.

En 2009, Aldrin apoyó a la nueva Administración en su idea de abandonar la Luna y apostar más por la exploración de Marte, aunque relata algo escéptico la escena de abril de 2010 cuando Obama se lo llevó en el Air Force One al centro situado junto a Cabo Cañaveral para relanzar el programa espacial.

"En el viaje no tuve la oportunidad de hablar con el presidente porque él estaba ocupado revisando lo que iba decir. Para él, y para mí, fue una buena oportunidad de hacerse la foto bajando los dos la escalerilla del Air Force One para saludar al público. Pero no me sirvió para hablarle al presidente de mis ideas directamente", cuenta. "Necesitamos un propósito claro y un aumento de fondos", subraya Aldrin, que querría doblar la financiación de la NASA. Ahora la agencia supone el 0,5% del presupuesto federal de Estados Unidos, frente al 4% de los años 60.

Consciente de las estrecheces públicas, el astronauta también respalda el turismo espacial, y cree que la NASA debería haberlo promocionado más, por ejemplo enseñando a la industria privada cómo orbitar continuamente entre la Tierra y la Luna. Según Aldrin, habría sido un uso mejor de los recursos que la apuesta por los transbordadores, que considera "un error" por ser costosos y por mezclar pasajeros y carga. Su visión de las aeronaves tiene más que ver con los aviones comerciales y con los experimentos de Dennis Tito. Confía en que el plan del millonario para poner a dos astronautas en Marte en 2018 prospere y ayude en la carrera para la colonización.

Aldrin ya ha diseñado la ruta a Marte con paradas para facilitar el transporte: de la Tierra a la Luna, de la Luna a Fobos (un satélite de Marte) y por fin de Fobos al planeta rojo. Su sistema funciona "como los transatlánticos", con rutas predecibles y un flujo constante de pasajeros y comercio.

"En algún momento, alrededor de 2020, los nuevos astronautas seleccionados van a tener que firmar el compromiso de que estarían dispuestos a quedarse el resto de su vida en la superficie de Marte. Debemos identificar a esas personas pronto, 20 años antes", explica Aldrin, que tiene prisa porque le gustaría al menos ver a un presidente comprometiéndose a llevar ciudadanos a Marte.

Para él, el liderazgo tiene que ser de Estados Unidos. Habla de la colaboración con las agencias espaciales de Europa, Japón, China e India, pero, como producto de la era en que creció, insiste en el papel de "las naciones de habla inglesa que salvaron al mundo de la tiranía" en las guerras mundiales y en la Guerra Fría. El presidente que Aldrin dice admirar más junto a John Kennedy es Ronald Reagan. "Paró la expansión de la Unión Soviética", comenta el ex piloto de guerra.

Atento a la política, hace el elenco de los males de la Tierra sin que se le pregunte, pero cree que el espacio es el lugar de la paz y la colaboración: "En la Tierra siempre va a haber violaciones de derechos humanos, individuos que intentan robar información o disputas sobre quién tiene las islas Malvinas. Esas cosas siempre pasarán, pero el espacio es el mejor ejemplo de cooperación para los pueblos de la Tierra".

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