28 noviembre 2012

¿Que fue del Capitán Findus?



Warhol defendía el derecho de cualquier persona a sus «15 minutos de gloria». A Giovanni Cattaneo la popularidad le duró mucho más que un cuarto de hora. Pero, después, cayó en el olvido en cuestión de segundos, los mismos que dura un anuncio televisivo. 

Cattaneo se hizo famoso en medio mundo en los años 70 y 80 metido en la piel del Capitán Findus, emblema publicitario de esta multinacional del congelado. Cuando la marca pensó que el viejo lobo de mar ya no resultaba atractivo para vender palitos de merluza rebozados, Cattaneo volvió al gris anonimato. Hasta ahora, que ha vuelto a saltar a los medios tras conocerse el lamentable estado de indigencia en el que malvive. Nuevo juguete roto, pues, de la efímera y caprichosa gloria del circo televisivo. 

Su aspecto bonachón y su blanca y poblada barba convirtieron al Capitán Findus en el marinero más famoso del mundo, según un sondeo de 1983. Cattaneo disfrutaba en su papel, al timón de un barco que surcaba los mares y enfrentaba los ataques de las hordas de niños piratas ofreciéndoles el más suculento de los tesoros: lingotes de fletán, bacalao, merluza o calamar rebozado. 

El Capitán recitaba el eslogan de la campaña publicitaria de turno y entonaba pegadizas cancioncillas que después los chavales repetían en los patios del colegio. Hoy aquellos anuncios resultan demasiado naif. Pero téngase en cuenta que entonces en España sólo había una cadena y las coletillas de los personajes populares de televisión formaban parte de la cultura cotidiana. 


Fue tal el impacto del marinero que en los años 90 se vivió una auténtica guerra sucia comercial entre las principales multinacionales del congelado. Y, así, al Capitán Findus le salieron duros rivales, como el Capitán Pescanova o el Capitán Frudesa. Demasiados lobos de mar a la gresca como para no volver loco al consumidor. 

Cattaneo nació en Italia en 1935. Buscavidas nato, se dedicó a los más variados oficios: taxista, socorrista en piscinas, portero, descargador de camiones... El gusanillo de la interpretación también le picó, y antes de asomarse a la publicidad, tuvo algún pequeño papel en el cine. 
Cattaneo ganó mucho dinero e invirtió sus ahorros en la apertura de varios restaurantes orientales en Milán. Pero dice que sus socios chinos le engañaron y que se ha quedado sin dinero y sin la casa que puso como aval. Y, además, enredado en un monumental lío judicial desde hace una década. 


Ahora sobrevive en un pequeño apartamento, entre la basura que acumula en una especie de síndrome de Diógenes. «Soy discapacitado, tengo marcapasos y apenas puedo moverme con muletas. Estoy solo; si no fuera por la compañía de mi perro, ya estaría muerto. No estoy obsesionado por el dinero, sólo quiero lo que me pertenece», se lamenta mientras acaricia a su perro pastor, su única compañía. Qué lejos los tiempos en que reinaba en los mares y en el congelador de las amas de casa.

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