Simbolizaron el rasgo diferenciador de algunos grupos sociales, fueron la prueba visible de la abstracción del amor y se convirtieron en sinónimo de ruptura y rebelión. Después fueron una moda y un complemento estético. Pero ahora lo más cool no es ponérselos sino quitárselos. Los tatuajes no se llevan, o al menos no tanto, ni en sentido literal ni figurado.
Adiós a la preocupación de elegir un dibujo para toda la vida o el miedo de llevar el nombre de una pareja y que un buen día se acabe el amor. Ahora, quitar o modificar un tatuaje es tan sencillo como cambiar de look. Aquellos que vivieron una juventud rebelde y se llenaron el cuerpo de proclamas, ya pueden envejecer con un cuerpo libre de tinta. Mientras que para los amantes de los tatuajes, quitar o poner elementos a su piel será más sencillo que nunca.
Pero, ¿cuál es la técnica empleada en tan impecable labor? Como para otras muchas cosas, el láser actúa como un borrador sobre la piel. Quitar tatuajes es «el pan nuestro de cada día», según la doctora Paloma Cornejo, del Instituto Médico Láser de Madrid. El principal motivo de las consultas que atiende esta dermatóloga son que «la gente se ha cansado del tatuaje o porque tiene que hacer unas oposiciones -a Policía, por ejemplo- y tienen la obligación de quitárselo».
Para la técnica láser no hay un dibujo demasiado grande o pequeño, casi todo se puede eliminar. El principal problema se encuentra en los colores y en las tintas empleadas, tal y como explica la doctora Cornejo.
«Los de color negro se suelen quitar bien. En cambio, para eliminar el rojo, o tienes un láser específico o no lo puedes quitar», señala la dermatóloga. Para aquellos que no quieran arrepentirse de sus futuros tatuajes, deben saber que el color más complicado de borrar es el verde. Así que si nadie quiere sorpresas, lo mejor será seleccionar con cautela los tonos que rellenan el dibujo o «no hacérselo», como aconseja la especialista.
En cuanto a la operación de borrado, debe realizarse en sesiones espaciadas en el tiempo (al menos dos meses), cuyo número dependerá de la superficie del tatuaje, la tinta empleada y los colores. En cada una de estas sesiones sólo hay que aplicar una crema anestésica en la zona una hora antes de comenzar con los disparos de láser. Tras este primer paso, aparece una costra a la que hay que aplicar una pomada antibiótica y tapar con una gasa.
La media de sesiones para quitar un tatuaje por completo es de nueve, según la doctora Cornejo, ya que el dibujo se va aclarando poco a poco y no es posible borrarlo de una sola vez. «Hay tribales que ocupan brazos enteros y que se tardan en quitar hasta 15 sesiones», explica la dermatóloga, «mientras que los que se encuentran en el cuello o el escote son las zonas más fáciles».
¿Y el precio? «Un tatuaje de dimensión normal (del tamaño de la palma de una mano) puede llegar a costar 200 euros por sesión y se tarda en quitar un año y medio», aclara la especialista. Además, el coste va disminuyendo en función del número de veces que se realiza dicho proceso. Así que eliminar un grabado de la piel suele costar unos 1.800 euros.
Aparentemente asequible, sin embargo, no todos los tatuajes son tan pequeños, ni tan fáciles de quitar. En el peor de los casos, un dibujo multicolor que ocupe un brazo entero puede llegar a costar unos 6.000 euros. Los apasionados por el mundo de los tattoos no sólo tedrán que ahorrar para hacerse uno, también deberán acumular lo suficiente para quitárselo o modificarlo algún día.
No todo son beneficios en el proceso de borrado. «La piel queda más clara porque el láser calienta la melanina y pierde su capacidad de bronceado», aclara la especialista.
La esperanza de la moda quita y pon de los tatuajes se encuentra en una tinta especial que se están desarrollando en Estados Unidos y que se conoce con el nombre de Freedom 2. Al estar compuesta por microcápsulas, dice la doctora Cornejo, se pueden retirar de la piel en tan sólo dos sesiones.
El ritual de hacerse un tatuaje ya no es lo que era. Ni implica ser un tipo duro, ni una chica rebelde. A partir de ahora grabarse un dibujo en el cuerpo será como una calcomanía: de quita y pon.
Como en casi todo, los famosos son los que llevan la voz cantante en las tendencias al alza. Angelina Jolie sabe bien lo que es modificarse un tatuaje hasta el punto de cambiarlo por completo o hacerlo desaparecer.
No todos los tatuados se despojan de su memoria corporal así como así. Para muchos artistas tatuarse sigue siendo un modo de expresión y algo más que una moda pasajera. Amy Winehouse se ha servido de tattoos tipo old school para crear una identidad propia. Pero la inglesa no ha podido lucir siempre palmito tatuado. En los Grammy, tuvo que vestir a la chica desnuda que decora su brazo; ni corta ni perezosa, la artista le pintó un biquini con un rotulador. A grandes males, cutres remedios. Los Beckham son otro par que no deja piel desnuda. «Yo soy de mi amada, mi amada es mía» reza en la piel del futbolista y viceversa en la ex spice. Pero para juramento el que obliga a hacerse Megan Fox a sus futuros novios. Sólo tiene algo serio con ellos cuando han pasado previamente por el estudio de tatuajes. El amor es ciego, y para ella, también está tatuado.
No hay que viajar muy lejos para encontrar a famosos marcados. Alaska luce como nadie sus cinco tatuajes en los brazos. «El tatuaje forma parte de tu vida, es como una foto». En su caso, una foto que ha retratado un estilo y una época. El primero que se hizo fue en 1988, cuando murió Divine -el drac queen estadounidense que revolucionó el mundo del cine-. Su tattoo favorito: «Los que todavía no te has hecho», sentencia la cantante. Lo que sí tiene claro es la parte del cuerpo que nunca se tatuaría, «la cara o la cabeza».
Lo que no pasa de moda es ponerse el nombre del amado, claro que cuando el amor se acaba el tatuaje permanece, ¿o no? Jonny Deep se grabó un Winona forever cuando salía con la actriz Winona Ryder. El final de la relación supuso la mutilación del verso con un Wino for ever.
En los centros de tatuajes hay una máxima que decora la entrada de algunos de ellos: «El tatuaje dura más que el amor, piénsatelo dos veces». Mao lleva 20 años grabando historias en el mítico Mao&Kathy. La última tendencia: el realismo. «Hay gente que ha venido con la foto de su perro o la de su madre, pero es curioso que nunca con la de su suegra», bromea Mao. «Hay poca gente con estilo propio, se copia a los otros».
Los covers -tuatuajes que cubren uno anterior- no son una novedad. Rectificar es de sabios, pero para los tatuadores no es cómodo trabajar sobre el diseño de un compañero. Mao reconoce que lo importante es sentirte bien con lo que llevas, y ha conocido gente a la que los tatuajes «les estaban jodiendo la vida». Además Mao lo tiene claro: «prefiero perder clientela, pero no tatúo a gente a la que no veo convencida».
Kat Von D es la tatuadora más mediática gracias al programa Miami Ink. Su aguja ha grabado a famosos como Jared Leto, a los miembros del grupo Green Day o la actriz Denise Richards. Su cuerpo tatuado ha sido objeto de deseo y campañas publicitarias. Kat Von D considera que los tattoos no se pasan de moda y «no se pueden considerar tendencia». Para ella tener tatuado el nombre de parejas anteriores no es un problema, «no me traen ningún mal recuerdo», afirma.
Ritual, arte o moda. Cada uno intepreta el tatuaje a su manera, decide cómo y dónde ponérselo y por lo que parece, también cuando quitárselo.
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