A veces sucede la magia y una actriz superdotada encuentra
un personaje icónico. En el caso de Mística y Jennifer Lawrence, el flechazo se
concretó en X-Men: primera generación, la cuarta entrega de una saga que
resucitaba gracias al tirón de la actriz y al embrujo de un personaje
psicológicamente complejísimo, rara avis en el catálogo de roles femeninos
importados del cómic.
Mística, la atormentada mutante que puede adquirir la
forma de cualquier otra persona, dinamita el estereotipo de los superhéroes,
igual que hace Lawrence con el cliché hollywoodiense. Ninguna se comporta como
debería en un universo hecho a la medida de la mirada masculina. Tampoco en
X-Men: Días del futuro pasado, la quinta entrega de esta historia de mutantes
que viven entre nosotros.
Hace tiempo que Lawrence se queja del papel de muñeca que la
alfombra roja reserva a las actrices, perchas del negocio de la moda y la
publicidad.
Tampoco Mística es la típica mujer-florero. "Cualquier
personaje femenino de los cómics fue diseñado para explotar su potencial de
pin-up", escribió en un ensayo sobre sexismo Alan Moore, autor de V de
Vendetta.
"Todas tienen piernas largas y esbeltas, caderas ajustadas y
pechos como cohetes. Las caras son iguales. Si alguien afeitase las cabezas de
la Chica Invisible, Madame Medusa, Crystal, La Bruja Escarlata y Jane Foster,
ni sus madres las distinguirían". Mística es inconfundible porque es azul,
y es indistinguible porque puede convertirse en cualquier persona.
En la ficción, su cuerpo coloreado la convierte en
indeseable para el género humano, lo contrario que sucede al otro lado de la
pantalla, gracias al poder seductor del cuerpo de Lawrence. José Arce, fan de
la saga, crítico de cine y jefe de prensa de la Asociación Española de Amigos
del Cómic (AEAC), señala este factor a la hora de explicar el éxito de Mística:
"Es el personaje más relevante de la saga. La única que hemos visto pasar
de niña a mujer, de ser una chiquilla que roba comida a perder sus poderes en
X-Men: La decisión final. Tan atractiva en la parte meramente física como en la
emocional.
Quien mejor ha sabido aprovechar la ambigüedad de su papel, villana
y heroína a un tiempo. Su capacidad mimética es fascinante e inagotablemente
divertida".
Aunque podría adoptar la forma de la mujer más bella o el
hombre más poderoso, ella renuncia a traicionarse y se muestra beligerantemente
fea para los estándares humanos. Esa decisión la condena a sufrir la misma
relación de amor-odio a la que la sociedad somete a las mujeres, que han de
decidir si se supeditan o no a las exigencias estéticas.
Así, las que desisten
son tachadas de feministas (malas), de la misma manera que Mística es tildada
de villana. El dolor de esta dicotomía injustamente infligida por el sistema
hace que a Mística le duela mirarse en el espejo.
Sin embargo, el fondo del
personaje es un canto a la emancipación de las mujeres. En X-Men 2, el
Merodeador Nocturno la interpela: "¿Por qué no permaneces todo el rato
disfrazada?". "Porque nadie debería tener que hacerlo", responde
ella.
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