14 agosto 2014

Sizzla dice a las claras que odia a los gays

Con Sizzla llegó la discordia. El músico jamaicano, que se dice comprometido con las clases sociales más desfavorecidas, levanta ampollas allá donde actúa por culpa de los incendiarios estribillos homófobos de algunas de sus canciones. Su hasta ayer inminente gira de mediados de abril por España (con paradas en Barcelona, Valencia, Madrid y Málaga entre los días 12 y 15) ha quedado finalmente reducida a un solo concierto, el de la capital catalana, debido a las peticiones de suspensión y a las miles de firmas recogidas al respecto por parte de distintos colectivos de gays y lesbianas, apoyados por otras agrupaciones de corte progresista. 

La presión ha fructificado y este controvertido cantante, que ha colgado el cartel de no hay billetes en varios espectáculos en Italia, ha visto restringido su despliegue (o más bien ostentación) de intolerancia. También Viena y Estocolmo han denegado los permisos para que se celebren sus aquelarres dialécticos.

«Voy y disparo a maricas con una pistola», «Muerte a los sodomitas», «¡Boom! ¡Boom! Los maricas deben morir» o «Jamás pediré perdón a un gay» son únicamente muestras sueltas de las perlas con las que este antecesor de Dizzee Rascal salpica sus proclamas cargadas de mensajes beligerantes. Frases envueltas en un entramado de raggamuffin', con invocaciones al dub y a los soundsystems callejeros, su hábitat natural.

El primer concierto que se cayó fue el de Málaga. A partir de ahí, no ha hecho más que incrementarse la polémica por su visita, pese que él ya ha actuado en este país otras veces, sin que nadie se diera por aludido.

A partir de ahí, no ha hecho más que incrementarse la polémica por su visita, a pesar de que él ya ha actuado en anteriores ocasiones en este país. La Federación de Gays, Lesbianas, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) se ha empleado a fondo -como no podía ser de otra forma- para que las nuevas generaciones no tengan que aguantar semejantes arengas discriminadoras. Como altavoz, las redes sociales echaron chispas el lunes y ayer mismo para demandar la intervención de las autoridades y que se prohibieran sus shows, organizados por la promotora Roots & Vibes.

La sala Arena de Madrid se retiró del entuerto y cedió el testigo al Kapital, que definitivamente se negó a albergar una velada de tal calibre. Igualmente, La Rambleta de Valencia anuló la cita que inicialmente había contratado. Las Escuelas San José de esta última ciudad se habilitaron como sede alternativa, pero no tardaron en quitarse de la circulación.

Por su parte, los responsables de la sala Apolo mantienen (al menos hasta el cierre de esta edición) la fecha en el emblemático Paralelo barcelonés, pero ellos mismos remitieron copia de la documentación que acredita el desembarco de Sizzla en la ciudad a la Fiscalía y a la Generalitat de Catalunya por si el discurso de este explosivo vocalista pudiera incurrir en algún delito.

Si de verdad se celebra la actuación en Barcelona el 12 de abril, será bajo vigilancia policial, en previsión de que tal vez se produzcan protestas ante el Apolo o dentro del recinto.

En el lado contrario, Roots & Vibes aduce que «las intenciones de Sizzla han sido mal interpretadas y mal traducidas». Unos argumentos difíciles de creer ante datos tan objetivos como sendas prohibiciones de sus conciertos en Francia en 2005 y en 2008.

Se da la circunstancia de que este músico firmó hace cinco años un documento en el que se comprometía a «respetar y defender los derechos de todos los individuos a vivir sin violencia sea cual sea su religión, orientación sexual, raza, etnia o género».

El tiempo ha demostrado que aquello no era más que papel mojado, como demostró -por poner sólo un ejemplo- durante sus recientes apariciones públicas en su país.

En vista de que su palabra no parece cumplirse, también existen serias dudas de que se atenga a lo que supuestamente ha pactado con la dirección de la sala Apolo: no interpretar las canciones en cuestión.

La Asociación Cultural Reggae (ACR) se reunió a lo largo del lunes con representantes de la FELGTB y con los promotores de la actuación. Después del encuentro, la instigadora de la reunión colgó un extenso comunicado en internet en el que llamaba a contextualizar (o así) la carrera de Sizzla.

«Nunca ha sido detenido, condenado ni acusado de crimen alguno, ni posee ningún tipo de antecedente penal», explica la ACR antes de puntualizar: «Él y la totalidad de la humanidad tienen el derecho de la libertad de palabra y de expresión, así como la libertad artística».

«Sizzla es un producto de su propia comunidad, muy marginalizado, con pobreza, falta de recursos y programas de apoyo a la juventud», continúa el texto. Y prosigue: «¿Por qué, después de meses de promociones y anuncios, se espera hasta unos días antes del show para tratar de cancelarlo? Esto es una forma de censura y está diseñado para crear el máximo daño económico a los promotores, al artista, al personal, a cada persona involucrada en la construcción de la gira y a la industria del reggae en general. Nosotros no vemos cómo se ataca a Eminem u otros músicos que declaran posturas similares y hacen las mismas publicaciones en el hip hop, el rock y el pop».

Pero Sizzla no es el único músico jamaicano que solivianta a los gays con sus mensajes más que despectivos. Por la misma senda transitan Elephant Man, Buju Banton, Bounty Killer, Vybz Kartel, TOK y Beenie Man.

Este último ya atizó protestas como la que atestigua la fotografía adjunta, tomada en mayo de 2007 a las puertas de la misma sala Apolo de la capital catalana. Allí se celebró su concierto a pesar de que su repertorio incluye canciones que incitan al «exterminio» de los «desviados».

Las asociaciones de gays y lesbianas de Cataluña convocaron una manifestación pacífica. La Generalitat había jugado sus cartas en las horas previas para que no se produjeran altercados.

Esta cadena de quejas en Europa por las giras de estos artífices del dancehall más a pie de calle se amplificó después del asesinato, el 6 de junio de 2004, del activista homosexual Brian Williamson cuando salía de una fiesta en las colinas de Kingston, la capital de Jamaica. Hasta 50 actuaciones en el Reino Unido se cancelaron en los meses posteriores.

Lo cierto es que la homofobia en ese país no es en absoluto patrimonio exclusivo de estos cantantes un tanto barriobajeros. La pobreza y la delincuencia asolan Jamaica, y los partidos nacionalistas acuñaron hace años una rocambolesca teoría de la conspiración: la culpa de todo la tienen... los gays.

Tan insólita acusación ha calado en amplios sectores de la depauperada población y las leyes pueden condenar a los hipotéticos «sodomitas» a penas de hasta 10 años de prisión.

Por tanto, todos estos músicos se hacen eco de este caldo de cultivo, que ellos proclaman para colmo a los cuatro vientos en cuanto toman el micrófono. Las palabras quemar y asesinar están siempre en sus bocas.

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