20 julio 2014

La venganza de Vanessa Paradis a Johnny Depp

"No me preguntes cómo ha ocurrido. He perdido la cabeza y el tiempo se ha parado. No vi que la noche caía suavemente. En mi insomnio, no entendía nada. Y aquí estoy, desolada", canta Vanessa Paradis en L’Au-delà, la canción que abre su nuevo álbum Love Songs. ¿Se refiere la guapa francesa en la letra a su sonado divorcio de Johnny Depp?, se pregunta media humanidad. Ni idea, oiga. Desde que se subió por primera vez a un escenario, a la tierna edad de 8 años, Vanessa Chantal Paradis (Saint-Maur des Fossés, 1972) ha cultivado con éxito el arte de la discreción. Y en el momento más delicado de su vida no iba a ser distinto.

"Vanessa y Johnny se han separado amistosamente. Gracias por respetar su intimidad y la de sus hijos", rezaba el comunicado difundido a la prensa el 20 de junio de 2012. Era la víspera del último verano y la pareja se rompía tras 14 años de convivencia y dos hijos en común: Lily Rose Melody (13 años) y Jack John Christopher III (10).

Sólo unos meses antes, ella había aparecido en Canal+ y en la emisora Europe 1 desmintiendo los rumores de crisis sentimental. Eso podía ocurrirles a otras parejas del show business tan célebres como Demi Moore y Ashton Kutcher, Courteney Cox y David Arquette o Scarlett Johansson y Ryan Reynolds. Pero ellos eran diferentes. Para empezar, habían vivido durante todos estos años al margen de Hollywood, instalados durante buena parte del año en su masía provenzal de Plan de la Tour (Var), lejos de la vida social, el acoso mediático y los cotilleos y envidias del sector.

Así que la noticia cayó como una bomba, a pesar de que hacía tiempo que se especulaba con las aventuras sexuales del inolvidable pirata Jack Sparrow con sus compañeras de rodaje. La última, Amber Heard, con quien interpretó el año pasado Los diarios del ron, le habría encandilado tanto que el actor estadounidense se decidió a dar el paso y ahora sueña, a decir de la revista OK!, incluso con tener descendiencia con ella.

Otra explicación a la separación –que no divorcio– más sonada desde que Brad Pitt dejó plantada a Jennifer Aniston en 2006 es de índole puramente económica. Hace tiempo que el fisco galo persigue a nuestro protagonista para obligarle a tributar en la República Francesa donde, desde que los socialistas llegaron al poder en 2012, los impuestos directos han sufrido un serio incremento.

Así que el Trésor Public le vigilaba para ver si pasaba más de 183 días al año en el Hexágono. Eso le habría convertido obligatoriamente en residente fiscal y le forzaría a incluir en la misma declaración de bienes y rendimientos del capital y el trabajo todos sus haberes en el extranjero: desde la legendaria mansión de Bela Lugosi en Hollywood, hasta una isla en el Caribe (Little Hall’s Pond Cay, en Bahamas), pasando por los 30 millones de dólares que, según Forbes, suele recaudar por temporada. Una temible amenaza impositiva que pudo influir igualmente cuando Depp se puso a evaluar los pros y contras de su relación con la eterna lolita.

Ésta comenzó como la de cualquier pareja de veinteañeros: "Fue en el hotel Costes, de París, un día de junio de 1998. El vestido me dejó ver su espalda y su cuello. Y luego giró, vi sus ojos y ¡boom! Mi vida de soltero había terminado", evocaba el bueno de Johhnny hace algún tiempo. Ambos habían debutado en el mundo del espectáculo el mismo año de 1987: ella, con el single adolescente Joe le taxi, que vendió 3,2 millones de ejemplares en todo el mundo; él, en el personaje de Tom Hanson en la serie televisiva 21 Jump Street.

Metidos a fondo en la música y el cine, hasta el punto de coleccionar noviazgos endogámicos, ella había estado ligada al actor Stanislas Merhar y antes al rockero Lenny Kravitz, mientras que él dejaba atrás líos amorosos con la top model Kate Moss y la actriz Wynona Ryder. Juntos, no llegaron a rodar nunca aquel proyecto fallido de Terry Gilliam (El hombre que mató a Don Quijote, 2000), por el cual Vanessa rechazó el papel de Amélie Poulain que luego haría famosa a Audrey Tatou. Pero sí, en cambio, rodaron numerosos videoclips de la chica –que él firmaba como realizador con el seudónimo de Richard Mudd– y hasta escribieron juntos la música de algunas canciones, las últimas de las cuales han sido incluidas en el flamante Love songs.

La más chocante de todas en lo que concierne a los créditos es New year, con textos de Ruth Ellsworth Carter y música de Johnny Depp, Vanessa Paradis y –pásmense– Lily-Rose Depp, la hija adolescente de ambos. "Fue compuesta en casa hará ocho años", recuerda mamá en el semanario Les Inrockuptibles. "Habíamos sacado una sucesión de acordes que nos gustaba pero no teníamos línea melódica para la voz y, mientras tocábamos, la niña se puso a tararear de repente por encima una tonada verdaderamente sublime. Quise dejar la canción como salió, cuando ella tenía apenas 6 años, incluido el primer verso".

Así de blandita está la cantante más mimada del Hexágono en las entrevistas promocionales de su sexto disco de estudio, producido por el Svengali de la nueva chanson Benjamin Biolay y que ha sido saludado unánimemente por la crítica como su mejor obra, un trabajo de madurez con temática exclusivamente sentimental e inevitables alusiones al desafecto y el abandono.

"Hasta el siglo próximo estaré acordándome, hasta el siglo próximo estaré llorando", dice una estrofa de Station Quatre Septembre. ¿Es este su disco más íntimo?, le preguntan todo el tiempo. Y ella replica con su habitual displicencia de guapa parisina: "Nunca he tenido el don de la escritura. Aunque me he atrevido ocasionalmente a componer la música de algunas canciones, las letras siempre las hacen otros para mí y jamás les digo sobre qué han de tratar. Además, la mayoría están escritas antes de mi separación. Así que habría que preguntarles a ellos por su vida privada. Yo, de la mía no diré una palabra". En todo caso, a Vanessa, el desamor le sienta muy bien.

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