11 junio 2013

Alonso partió sexto y terminó segundo


La contabilidad es engañosa en la Fórmula 1, también las sensaciones. Fernando Alonso está firmando su mejor arranque desde que llegó a Ferrari. Nunca fue tan rápido en los tres años anteriores, ni nunca sumó tantos puntos. Acumula 93, con cuatro podios en siete carreras. Una media notable, de título quizá, siempre que tu directo rival no vuele por el Mundial. Tan buenas cifras, tan buen ánimo de su coche se traduce en nubes en la general, demasiado lejos del líder. Hoy un poco más que ayer, porque la carrera de Canadá permitió a Sebastian Vettel estirar su ventaja. Ahora 36 puntos, distancia considerable. ¿Alarma en Ferrari? No todavía, con mucho calendario por recorrer, pero están obligados, eso sí, a cambiar la tendencia de inmediato. Si no, el asalto al título en otoño será un imposible. 

Alonso circula con regularidad y ambición. Encadena citas excelentes, como la de ayer, donde remontó desde la sexta posición hasta la segunda, o como en Montmeló, semanas atrás, ganando desde la quinta plaza. Pero el furioso ritmo de Vettel, impecable, le tiene con la lengua fuera, obligado a seguir viviendo en la eterna remontada en la que se ha convertido su carrera en la Fórmula 1 desde que aterrizó a Ferrari. Siempre sudando, siempre obligado a los malabares, incluso en el año que parecía contar con mejor montura. Tiene músculo el F138, pero su rival sigue siendo de primerísimo nivel, a pesar de los problemas que han denunciado en Red Bull. 

Nunca se quejó tanto la escudería energética, a la contra con los neumáticos de este año, pero su rendimiento está siendo incontestable, con cinco podios Vettel en siete grandes premios. De ellos, tres victorias. Una cadencia poderosísima, cuando todos esperaban el bajonazo de los chicos de azul marino. Sólo en 2011 lució mejor inicio de campeonato. 

Ayer tarde en Montreal volvió a firmar una carrera de catálogo: salida limpia, pedal a fondo sin rivales en el horizonte y a mirar los retrovisores. Tan fácil, tan desesperante para los demás. Domingo a domingo, mientras protestaba a Pirelli por las ruedas, Red Bull ha ido afinando su monoplaza, robusto ahora en lluvia y al sol, como en esta ocasión. Sin degradación en las primeros giros, ahí se escapó del resto. Enlazó vueltas rápidas con comodidad, en una pista antipática para él hasta ayer, sin victorias en su historial. Canadá cayó también a su dominio, imparable el campeón, que miraría ya de reojo a su cuarto título mundial si no fuera por la sombra roja que le persigue aunque sea en la distancia, que le acosará al mínimo error y que sólo parará cuando las matemáticas lo dicten, no antes. 

Tras los problemas de Montecarlo, Alonso dibujó otra escalada de tesón y temple para alternar el zarpazo con el trote intenso, el adelantamiento con la presión. Además el español tuvo que superar el handicap de una salida sin pérdidas ni ganancias, donde logró colocarse a rebufo del inesperado Valteri Bottas, que se defendió apenas una vuelta con su Williams, mientras Hamilton, Rosberg y Webber partían siguiendo la estela de Vettel, primero de principio a fin. 

El calzado superblando atascó al Ferrari en el primer tramo del recorrido, sin buenos cronos, en tierra de nadie. Sin embargo, tras su primera parada, y ya con gomas más duras, pudo poner ritmo de persecución. Sus tiempos por vuelta subieron de nivel, similares ya a los de Vettel. Parecía de repente el coche rojo de principios de curso, donde poco tenía que envidiar al Red Bull. Concentrado en cada curva, atento a la feria de los doblados –muchísimos ayer, su compañero Felipe Massa entre ellos– tardó 30 giros en echarse encima de Webber y Rosberg, atrapados sin salida. El duelo a tres fue espectacular, con premio para el español, que del lance salió directo a por Hamilton, su siguiente objetivo. 

La segunda pasada por boxes fue el impulso definitivo para llegar a la altura del inglés, que se revolvió durante un par de vueltas. Pelearon como los viejos tiempos, pero las ruedas del Mercedes ya no daban para más. En la recta de meta Alonso le adelantó con rabia, mientras Vettel más arriba ensayaba sus gritos de celebración.

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