29 abril 2013

Quieren investigar el cerebro del terrorista de Boston



El doctor Robert Cantu quiere el cerebro del terrorista de Boston. Su objetivo es examinarlo para saber si sufría encefalopatía crónica traumática (ECT), un trastorno degenerativo que padecen algunos boxeadores y que provoca depresiones, pérdidas de memoria y agresividad. «No creo que ésa sea la única razón por la que Tamerlan Tsarnaev hizo lo que hizo», explica Cantu desde su despacho de la Universidad de Boston. «El atentado fue un crimen muy premeditado y a priori no tiene mucho que ver con la pérdida de control de los impulsos que suelen presentar quienes sufren ECT. Pero Tamerlan era boxeador y merece la pena estudiar su cerebro porque puede aportar nuevos datos sobre la enfermedad». 

Cantu dirige un centro cuyo objetivo es estudiar esta dolencia, cuyos síntomas se parecen demasiado a los de otras enfermedades cerebrales y no ofrecen un diagnóstico claro hasta después de la muerte del paciente. Por eso enseguida solicitó que la autopsia del terrorista incluyera un análisis exhaustivo de su cerebro y advirtió de la importancia que podría tener en su conducta su pasado como boxeador.

A Tamerlan lo introdujo en el boxeo su padre y quienes presenciaron sus combates lo definen como un púgil elegante y con cierta proyección. Llegó a ganar un certamen regional hace cuatro años. Pero su carrera se estancó en 2010 después de una derrota y dejó de entrenarse a medida que avanzaba su radicalización. 


Quienes trataron al terrorista lo describen como una persona irascible y taciturna. Dos detalles que según el doctor Cantu se encuentran presentes en la conducta de otros jóvenes a los que se les diagnosticó la enfermedad. «Yo siempre analizaría el cerebro de quienes han incurrido en una conducta muy aberrante como un suicidio o un asesinato», explica a este diario el neurocirujano de Boston. «Es posible que el perfil de Tsarnaev no se ajuste a los síntomas de quienes sufren ECT. Pero el único modo de saber a ciencia cierta si sufría esa dolencia es examinar al detalle su cerebro. Hay tanto por saber sobre esta enfermedad que deberíamos aprovechar cualquier oportunidad que tengamos a nuestro alcance». 

La enfermedad que podría sufrir el terrorista de Boston se diagnosticó por primera vez en 1928 y al principio se conocía como demencia pugilística por su incidencia entre los boxeadores. Sus síntomas son muy similares a los de la enfermedad de Alzheimer. Pero no la sufren ancianos sino personas que han recibido muchos golpes en la cabeza. «Es una dolencia común entre los púgiles y entre los jugadores de hockey sobre hielo o fútbol americano. Pero también la sufren jóvenes autistas con conductas violentas o personas que sufren ataques epilépticos que no pueden controlar», explica Cantu, cuyo laboratorio ha examinado los cerebros de 150 personas que presentaban la enfermedad. 


Por ahora es imposible saber a ciencia cierta si una persona viva sufre ETC. «Podemos sospecharlo por su conducta y por su historial como deportista pero no podemos demostrarlo categóricamente», explica Cantu antes de apuntar que su laboratorio está trabajando en varias herramientas que permitan mejorar el diagnóstico de la enfermedad. 

Los científicos ni siquiera saben el proceso que propicia los síntomas de la encefalopatía que podría haber sufrido Tamerlan Tsarnaev. El factor decisivo es la secreción exagerada de la proteína TAU: una sustancia cuya presencia es esencial para engrasar las conexiones neuronales pero cuya producción descontrolada es tóxica para el tejido cerebral. «Por ahora no hemos desarrollado ningún tratamiento capaz de frenar el crecimiento exagerado de esa proteína», explica el doctor Cantu. «Una herramienta así podría ser también interesante para los enfermos de Alzheimer cuya degeneración podría estar relacionada con la secreción de TAU». 
Hasta ahora, la Universidad de Boston ha analizado los cerebros de boxeadores y deportistas estadounidenses. Pero también los de veteranos del Ejército que sufrieron los efectos de varias explosiones y presentaron alteraciones de conducta antes de morir. 
En el punto de mira de sus esfuerzos se encuentra el fútbol americano. Un deporte que mueve aquí millones de dólares y cuyos jugadores sufren lesiones cerebrales por los golpes que reciben durante su carrera. Hace unos meses unos 4.000 ex jugadores y sus esposas denunciaron a los responsables de la NFL alegando que nunca se les informó de los riesgos que corrieron en la alta competición. 


El doctor Cantu recuerda el caso de Dave Duerson, que triunfó como jugador en la NFL y desarrolló luego una carrera muy productiva como hombre de negocios. Dos décadas después de su retirada, Duerson empezó a sufrir pérdidas de memoria. Luego llegó un deterioro intelectual progresivo y una serie de depresiones que llevaron a su mujer a divorciarse y que desencadenaron su suicidio unos meses después. «Al examinar su cerebro, descubrimos que Duerson sufría CTE en un estado muy avanzado», recuerda Cantu. «Muchos otros jugadores terminan su carrera sin síntomas aparentes y unos años después sufren ataques de pánico, violencia o depresión». 

Por ahora nadie ha reclamado el cadáver del terrorista y las autoridades no han confirmado si accederán a la petición del laboratorio de la Universidad de Boston. Si lo hicieran, se abriría un proceso muy laborioso que podría durar entre uno y dos meses. «Habría que extraer el cerebro del cráneo del terrorista y seccionarlo varias veces para examinar algunas de sus partes. El objetivo sería comprobar hasta dónde ha llegado la proteína TAU y para eso tendríamos que utilizar unos pigmentos especiales». 


Estudiar el cerebro de Tamerlan tendría un aliciente añadido: comprender cuánto tarda en desarrollarse la enfermedad en el cerebro de un boxeador. El equipo del doctor Cantu ha detectado la enfermedad en los cerebros de seis adolescentes que murieron por otros motivos. «El primero fue una sorpresa», recuerda el neurocirujano. «Ahora podemos decir que es algo que empieza a desarrollarse muy pronto entre quienes practican deportes de riesgo desde que son niños». 

Y sin embargo, la dolencia que estudia el doctor Cantu no es la única enfermedad que podría provocar un cambio de conducta como el de Tamerlan Tsarnaev. Los expertos apuntan por ejemplo a la demencia frontotemporal, que lleva a quienes la sufren a perder la capacidad para controlar sus impulsos más básicos. «Son personas que roban en las tiendas, se desnudan en público o cogen comida de los cubos de basura», explica el neurólogo David Eagleman en su libro Incognito (Anagrama, 2013). 

Cantu asegura que el cerebro del terrorista esconde respuestas a algunas de las incógnitas que no han logrado desentrañar quienes estudian la encefalopatía traumática crónica: «Hoy sabemos que el origen de la ECT son los traumatismos craneales. Pero no todos los que reciben esos traumatismos sufren la enfermedad. Algunos salen indemnes y por eso creemos que influyen en ella factores genéticos que queremos investigar. También nos gustaría desarrollar terapias que puedan contener la enfermedad e incluso curarla. Por ahora sólo tenemos medicamentos capaces de mejorar la conducta de los pacientes. Pero no tenemos nada capaz de frenar o eliminar el crecimiento exagerado de la proteína TAU».

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