16 enero 2013

Inna Shevchenko sigue haciendo de las suyas



Cuando el domingo pasado cuatro activistas de Femen, una organización feminista ucraniana, se desnudaron y empezaron a gritar al Papa en la plaza de San Pedro durante el rezo del Ángelus, algunos católicos presentes rumiaron que se había colado el demonio en la casa de Dios. Y eso que no sabían que una de las cuatro chicas era Inna Shevchenko, la «guerrera sextremista». Autora material de la destrucción, sierra mecánica en mano, de una significativa cruz de madera de siete metros en la capital de Ucrania. 
Lo hizo para protestar por el encarcelamiento de las Pussy Riot, condenadas por vandalismo contra un templo ortodoxo. Quería demostrar que «ni siquiera un negocio de tanto éxito como la Iglesia tiene derecho a atacar la libertad de la mujer», según declaró limpiándose el serrín de las manos. 


Shevchenko ya había tenido encontronazos con la policía de varios países, como cuando en 2011 se desnudó frente a la sede del KGB bielorruso para criticar la represión del régimen de Aleksander Lukashenko. Los servicios secretos del país la capturaron a ella y a sus dos compañeras, que declararon haber sido torturadas, desnudadas integralmente y abandonadas en un bosque. Shevchenko no escarmentó y hace unos meses intentó enseñar los pechos durante una entrevista en directo en la cadena Al Yazira. 


Pero ha sido la cruz serrada la acción que ha puesto precio a su cabeza en Ucrania. Pocos días después de su atentado, estando en su apartamento bajo vigilancia policial, escapó saltando por el balcón para alcanzar un tren destino a Varsovia. Desde entonces vive exiliada en París, donde ha formado un «centro de entrenamiento» de activistas. «No puedo volver a Ucrania, me buscan por criminal por cortar un trozo de madera y por haberme manifestado por el aborto, me pueden caer siete años», explicaba ayer Shevchenko. 


Su plan ahora es actuar en países en los que nadie duda de que las mujeres están oprimidas, «como es el caso de Oriente Próximo». La idea que inspirará esa nueva cruzada será «mejor desnuda que con burka», y aunque es consciente del peligro, confía en que podrá entonar desde allí el lema de Femen: «Vine, me desnudé y vencí».

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