Si una mujer se sube a un taxi y el taxista le propone, así por las buenas, desabrocharse el sujetador para fotografiarle los pechos porque es un artista en busca de inspiración, la mujer tiene tres opciones: soltarle un sonoro tortazo, llamar a la policía y acusar al sátiro, o ponerle precio al asunto. Pero la psicología humana desborda cualquier estimación sobre lo posible y no solamente existe un taxista que sistemáticamente hace este tipo de proposición a sus clientes, sino que asegura que en 40 ocasiones ha logrado convencerlas gracias a su retórica.
Según el autor de las fotos, todo empezó hace cuatro años, cuando una mujer embarazada subió a su taxi y entablaron una conversación casual sobre lo mucho que crecen los pechos durante la gestación. Según él, ella insistió en desvestirse para que pudiera comprobarlo. «Le pregunté si podía hacer una foto y ella aceptó. Y así surgió este proyecto», explica Hans-Jurgen Watzlawek, de 68 años.
Afirma que le dio vueltas a la idea hasta que se atrevió a pedirle a otra cliente que hiciera algo parecido, con el objetivo de componer una colección fotográfica que ha terminado expuesta en la galería berlinesa Casablanca. El resultado es una sucesión de metonimias visuales, tomando la parte por el todo. El problema es que nadie se ha creído su historia. La prensa berlinesa asegura que algunas de las mujeres fotografiadas estaban borrachas y la crítica ha hecho el vacío a la exposición. El fotógrafo asegura que «todo es fruto de un trauma; las convenzo diciendo que lo hacen por el bien del arte y para ayudar a curarme».
El dueño de la galería, Zoltan Labas, que en la inauguración hablaba de «un viaje fascinante a lo que el arte es en realidad», admite hoy que «no, no puede considerarse arte, pero es por eso por lo que son interesantes, porque son algo en medio del arte y el no arte. Los pechos son detalles accidentales».
Una organización de consumidores pide que se retire la licencia al taxista, pero no hay testigos, ni de la petición ni de las fotos ni de su realización, por lo que aumenta la sospecha de fraude. «No pagué a modelos, únicamente no les cobré la carrera», se justifica el fotógrafo.
La única que admite haber sido fotografiada es Clara Held, que lo hizo porque «es un hombre con carisma y me convenció». Jubilado, sigue conduciendo el taxi un par de noches a la semana para completar su pensión. «Mi objetivo es financiar mi afición a la fotografía, vendo las fotos a 800 euros».
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