18 mayo 2012

Muere Donna Summer.



¿Donna Summer sonando en la cola del paro? Corría el año 1997 cuando al cineasta Peter Cattaneo se le ocurrió poner en pie una escena antológica para la película Full Monty. Los desempleados que no acertaban a dotar de gracia su recurso al strip dance para salir del atolladero vieron la luz cuando sonaron las primeras notas del clásico Hot stuff, de la diva estadounidense. Y se multiplicó el éxito de la canción bandera de su álbum Bad girls (1979).




Fue aquella, la de los 70, la década donde más brilló la voz de la reina indiscutible de la música disco, que se apagó ayer mismo en Florida tras una dura batalla contra el cáncer de mama. 


Su feeling bebía de Diana Ross and The Supremes para proyectarse hacia las pistas de baile sin prejuicios, en una suerte de frivolización de la música negra que en su día resultó vapuleada por los puristas pero que se reveló visionaria y seminal. Especialmente por la mano mágica de Giorgio Moroder, un italiano trotamundos que desafió los cánones del pop dando un giro hedonista a la estela electrónica de Kraftwerk. 

Este experto en pastiches era un gran admirador de Serge Gainsbourg y su Je t'aime... moi non plus, con la voz susurrante de Jane Birkin (quien, por cierto, actúa hoy y mañana en el Instituto Francés de Madrid). Su idea genial consistió en trasladar ese erotismo a las discotecas en 1975 con su himno Love to love you baby, interpretado por una entonces desconocida Donna Summer al borde del orgasmo. La versión maxisingle, de hasta 17 minutos, provocó un fuerte impacto en los clubs de todo el mundo (sobre todo, en los gays). Todo un antecedente del French kiss, de Lil' Louis. 


Pero la obra maestra del tándem Moroder-Summer llegó cuando el punk parecía romper con todo. En las antípodas sonoras se situaba I feel love, con un riff de sintetizador absolutamente revolucionario y en el cual se han inspirado infinidad de disc jockeys en estas últimas décadas. Todavía sigue siendo un must en las sesiones de Danny Tenaglia o David Morales, por poner sólo dos ejemplos. 
Su Last dance para la (mediocre) película Por fin ya es viernes permanece igualmente como una melodía obligada para quienes rememoran su juventud desaforada al son de piezas como This time I know It's for real. 


Los sectores más demoledores de la sociedad negra norteamericana se afanaron en atacarla por diversos frentes. Unos se sacaron de la manga que no era en realidad una mujer, sino un travesti. Otros adujeron que sus referencias sexuales se transparentaban de una manera demasiado explícita. Y hasta en sus invocaciones al éxtasis se vieron vínculos con las drogas. El resultado se tradujo en una campaña en su contra por parte del mismísimo reverendo Jesse Jackson. 
Pero ella había empezado desde abajo y estaba muy acostumbrada a luchar, como cantaba en su éxito She works hard for the money. 


De hecho, tuvo la corazonada de que alcanzaría el estrellato el día que vio a su padre llorar mientras ella entonaba I found the answer, de Mahalia Jackson. A partir de ahí, creció escuchando en casa los discos de Dinah Washington o Dionne Warwick. 


La ganadora de cinco premios Grammy había tratado de mantener con discreción su enfermedad y seguía trabajando en un nuevo disco, según detalló al portal TMZ una fuente próxima a ella. 
«Mientras lloramos su muerte, celebramos en paz su extraordinaria vida y su continuado legado. No podemos expresar realmente con palabras lo mucho que agradecemos sus oraciones y su amor por nuestra familia en este delicado momento», añadió la familia Sudano, de acuerdo con el apellido de su ex marido, con quien tuvo tres hijas, según informa Efe. 


Sus últimas actuaciones datan de hace varios años. Así, se la pudo ver en Las Vegas (destino perfecto para esta representante de la época dorada de la música disco) con algunos kilos de más e intentando reverdecer laureles. Por supuesto que ya no era la misma, pero su poder de convocatoria fue directamente proporcional al respeto generado por su figura. 

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