De la campana del Nasdaq a las de boda. Su majestad el rey de Facebook no pierde el tiempo. El viernes acudía a Bolsa para colocar una cartera de 900 millones de amigos. El sábado aprovechaba la dote de 15.000 millones lograda en el parqué para pasar por la vicaría. Mark Zuckerberg ha actualizado su estatus a casado y multimillonario. A Priscilla Chan le gusta esto.
La flamante esposa apenas ha tenido tiempo de echar cuentas sobre un patrimonio que en sólo 24 horas engordó hasta la obesidad gracias a la mano invisible del mercado, la misma que lleva años repartiendo bofetadas a diestro y siniestro por todo el planeta.
La suya es una historia de amor. Cuando empezaron, allá por 2004, Facebook andaba en pañales y no dejaba entrever ni de lejos su futura calidad de camello virtual, cuya mercancía ha enganchado a medio mundo a base de amistad light -ajena al desgaste de la presencia física-, masajes a la autoestima a un click de distancia, posibilidad de tener ficha completa de un ligue antes de mirarlo a los ojos y la inestimable satisfacción de contemplar las rozaduras del tiempo en la piel de ex novios y compañeros de colegio.
Chan y Zuckerberg se conocieron en la cola del baño de una fiesta de Harvard. Los dos son así. Muy de sudadera con capucha y perro de lanas (Beast, un cachorro húngaro con medio millón de fans). Ajenos al estereotipo glamuroso del millonario y la modelo. Hasta hace un año vivían de alquiler. Ahora no, claro.
El sábado, sin embargo, dejaron el casual y se embutieron en el traje de novios de tarta. Él, de chaqueta y corbata. A ella, blanca y radiante, no le faltaban los encajes ni el velo. Tampoco un anillo de rubí diseñado por el prometido.
Un centenar de invitados acudieron a ciegas a Palo Alto para asistir al enlace, cuyo menú incluía sushi de su restaurante favorito y bombones en forma de ratón que los novios comieron en la primera cita. La pareja los había despistado insinuándoles que se trataba de una fiesta para celebrar la salida a Bolsa. Otros pensaban que la cosa era felicitar a Chan por haberse graduado en Medicina el lunes. El mismo día, por cierto, en que el niño prodigio cumplía 28 años que, sí, la verdad es que le han cundido.
En 2004 revolucionó el mundo de la comunicación desde un dormitorio en Harvard. En 2010, Time lo coronó Persona del Año. Ahora Forbes coloca su pila de billetes a la altura de la de Soros.
No parece que ambos vayan a a pelearse por cuestiones de trabajo. Chan también es empleada de Facebook, red a la que se declara «adicta»: «Gracias a ella me enteré de la muerte de Bin Laden. Consulto el móvil cada cinco segundos».
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