Los rumores de muchos años se han transformado en una demanda judicial, un asunto de mayor calado que ha vuelto a poner en el disparadero las tendencias homosexuales de uno de los mitos vivos de Hollywood, John Travolta. El dedo acusador no tiene nombre, oculto bajo el apelativo falso de John Doe -el mismo que da título a uno de las cintas de Frank Capra, Juan Nadie-, aunque se sabe que es un masajista que tuvo una mala experiencia con el célebre actor.
De acuerdo con los documentos presentados en un tribunal de Los Ángeles, Travolta requirió sus servicios de masajista tras ver un anuncio a mediados del pasado mes de enero. Pero, más que un masaje, lo que buscaba el protagonista de Fiebre de sábado noche era un encuentro sexual, por lo que intentó abusar del masajista con tocamientos constantes de sus genitales y comentarios extraños sobre los favores sexuales a los que está acostumbrado en el circuito hollywoodiense.
Según el demandante, los hechos ocurrieron el 16 de enero de 2012. Tras establecer el contacto, Travolta decidió recoger a John Doe en la confluencia de dos calles en Los Ángeles, para después trasladarse al Hotel Beverly Hills.
Una vez en el lujoso bungalow de cinco estrellas, el actor procedió a desnudarse con rapidez, con una visible «semierección», según el texto de la demanda. Sin embargo, la jugada no funcionó como esperaba, puesto que el masajista sólo accedió a darle un servicio convencional, sin favores sexuales, lo que irritó a su famoso contratante.
Travolta comenzó a insultarle y a llamarle «perdedor», seguido de un discurso sobre su historial gay durante sus años en la meca del cine. «Hollywood está controlado por judíos homosexuales que esperan favores a cambio de actividad sexual», confesó el intérprete de Grease, que al parecer empezó con esa clase de prácticas en los tiempos de Welcome back, Kotter, una serie de televisión que protagonizó el actor de 58 años.
La respuesta del acusado ha llegado de parte de su representante, quien ha negado categóricamente las acusaciones, asegurando que su cliente ni siquiera estaba en California el día de los supuestos hechos.
Pese a las constantes negativas, la historia de John Doe encaja con la versión de Robert Randolph, un decorador de interiores que conoció a Travolta en un spa y que fue testigo de los múltiples encuentros sexuales del actor con otros hombres durante más de una década.
«Cuando todos los detalles salgan a la luz, Tiger Woods va a parecer un boyscout a su lado», ironizó en su momento Randolph al calor de la presentación de su libro, You'll never spa again in this town, en el que narra lo que pasaba en aquel ilustre club de Los Ángeles.
Randolph confiesa que había oído que Travolta era gay, pero no lo sabía de forma oficial. «Había escuchado rumores de que acudía a este balneario y fui para conocerle o, al menos, para verle de cerca. Allí me confirmaron que sí, que es homosexual y que yo soy la clase de hombre que a él le podía gustar», explica.
«Al principio, me emocioné. Pensé que iba a tener la oportunidad de conocer a una estrella de cine y que, quizá, podía surgir algo entre nosotros de forma natural. Desgraciadamente, cuando le conocí ya había visto demasiadas cosas que no me gustaron y no quise contagiarme con ninguna enfermedad de transmisión sexual».
Además del libro de Randolph, sobre el que Travolta nunca hizo comentario alguno, otros dardos se lanzaron contra él en los últimos años. En 2001, un hombre de negocios aseguró que el actor había intentado tener relaciones con él en un club social y, en 1998, un ex miembro de la iglesia de la Cienciología, a la que pertenecen Travolta y su mujer, además de una larga lista de actores de Hollywood, señaló que el nombre del protagonista de Mira quién habla se usó en la congregación como ejemplo de la capacidad de dicha iglesia para curar a homosexuales.
Travolta y su mujer |
Antes, en 1991, la revista Time había publicado un artículo sobre las burlas del líder de la Cienciología, David Miscavige, sobre la actitud promiscua del actor en sus encuentros homosexuales, justo un año después de que el National Enquirer se descolgara con el polémico testimonio de Paul Barresi, una estrella del porno con quien, supuestamente, John Travolta mantuvo relaciones durante dos años.
El testimonio de Randolph es, por tanto, el último de una larga serie de deslices que han llegado, de forma más o menos velada, a la prensa. Pero hacía tiempo que nada de eso sacudía la vida del actor. Esta demanda, la de John Doe, ha llegado para romper la calma que ha reinado en los últimos meses en el seno de una familia marcada por el drama y el escándalo, muy a la altura de otras ilustres parejas en Hollywood. En enero del año pasado, se publicaron las primeras fotos de su hijo Benjamin en la revista People, una auténtica bendición para los Travolta después de la súbita muerte de su hijo Jett en 2008.
Sucedió en las Bahamas durante unas vacaciones familiares. Jett, de 16 años y con problemas de autismo, sufrió un ataque epiléptico al que no pudo sobrevivir, pese a que sus padres lo atribuyeron a la enfermedad de Kawasaki, un mal que conlleva la inflamación de las venas.
Travolta con su hijo Jett |
Dicen los que siguieron el caso que la religión que profesan Travolta y Preston pudo tener mucha culpa en el fallecimiento del joven, puesto que niega enfermedades habituales como el autismo. La pareja de actores se acogió a sus principios y no quiso seguir un procedimiento médico tradicional, lo que pudo haber desembocado en la muerte del joven.
Ahora, con el pequeño Benjamin en casa y el rodaje previsto de Gotti: Three generations sobre el mafioso Carlo Giambino, en el que participarán tanto Travolta como Preston, todo eso parece haber quedado atrás. Falta por ver qué dirección toma la demanda y si el masajista en cuestión se hace con parte de los dos millones de dólares que reclama.
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