18 julio 2014

Adriana Lima dice que es adicta al azúcar pero yo no me lo creo

Adriana Lima avisa: en el futuro le gustaría probar suerte como actriz. "Aún no sé si tengo talento para hacerlo bien, pero es algo que me gustaría intentar". A sus 33 años, la modelo brasileña sigue afianzada entre las cinco tops más cotizadas del planeta, pero eso no significa que no considere planes de futuro: sabe que el esplendor radiante que sus buenos genes le han dado no será para la toda eternidad. "Ojalá esté bien a los 50 años, eso nunca se puede saber. El futuro puede ser tan distinto de lo que una imagina... Por eso suelo centrarme mucho más en el presente".

En ese vertiginoso carpe diem, el presente de Lima tiene, en realidad, nombre de firma de ropa española caracterizada por llamativos estampados de colores. Desigual le ha fichado para ser la imagen y primera embajadora de la campaña ¡La Vida es Chula!, motivo que –sumado a su desfile de hoy en la pasarela 080– le ha traído a Barcelona, enésima parada en su constante peregrinación por el mundo y que, cuenta, le hace añorar Brasil cada día. "Echo de menos la familia, el clima, los recuerdos, a toda mi gente".

Recientemente separada de su marido, el jugador de baloncesto Marko Jaric, Adriana asegura que ahora sólo piensa en vivir la vida –"la vida chula", matiza, deslizando sutilmente uno de sus compromisos contractuales–, sin confirmar ni desmentir ninguno de los diversos rumores que circulan sobre un posible nuevo amor. Ella prefiere transmitir una imagen positiva y responsable, de madurez, la de la modelo experimentada que es a la vez madre de dos niñas, Valentina, nacida en 2009, y Sienna, en 2010, ambas fruto de su relación con Jaric.

"A una modelo joven el primer consejo que le daría es: acaba los estudios. En esta carrera no se llega lejos si no tienes educación; si no estás preparada, si eres falsa, si no sabes desenvolverte entre culturas diversas, la gente lo va a notar y eso te va a perjudicar", cuenta. También sostiene la necesidad de tener algo en lo que creer, un madero que sirva para sentirse a flote. "Es lo que yo encuentro en la religión", sostiene. 

Lima es católica practicante, firmemente convencida de su fe, hasta el punto de insistir en llegar virgen al matrimonio a los 27 años, tras haber mantenido relaciones con reputados depredadores sexuales como Lenny Kravitz. "Otras personas encuentran ese consuelo en el pop, o en el arte. Lo importante es que, elijas lo que elijas, eso te convierta en una persona mejor".

Le gusta el papa Francisco –"¡aunque sea argentino!", exclama entre risas, haciendo honor a la larga historia de amistosa rivalidad entre los brasileños y sus vecinos del sur –: le conforta su cercanía con el pueblo llano, su mensaje claro, el refuerzo que está logrando de los pilares de la Iglesia, lo que en cierto modo entronca con una dimensión casi espiritual de su trabajo, más allá de la parte superficial que envuelve todo el circuito de la moda. Adriana defiende, de hecho, que lo primero para sentirse bella por fuera es encontrar la belleza por dentro.

Lima es una de las varias celebrities mundiales, por ejemplo, que ha popularizado los selfies sin maquillaje: cuelga sus fotos regularmente en Instagram, tras una de sus varias clases semanales de boxeo, empapada en sudor, y eso viene a ser una manera, presumiblemente eficaz, de alentar a sus jóvenes seguidoras a expresarse y mostrarse sin los artificios de los polvos y el pintalabios. "En casa casi nunca voy maquillada. Me gusta el maquillaje discreto, lo que no significa que no me guste sentirme femenina. Pero la belleza interior es la importante, la que se refleja en el exterior".

Para ella, y yendo a lo particular, la fórmula para sentirse estupenda es correr detrás de sus dos hijas. "Tienen tanta energía que me destrozan. En realidad es una suerte, porque últimamente no como demasiado bien. No debería decir esto, pero soy una adicta al azúcar. Me encanta el chocolate. También la pizza, las hamburguesas, las cosas fritas". Y también le gusta Neymar, el futbolista en el que todo un país ha depositado sus sueños. "Tiene tanta presión encima... pero en el último partido nos salvó la vida".

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