08 enero 2013

Una Barbie licenciada



De niña coleccionaba Barbies y nada más cumplir los 15 decidió convertirse en la reencarnación humana de su querida muñeca. Charlotte Poole era incapaz de salir a la calle sin ponerse una peluca, pintarse los labios de rosa o ajustarse un cursi corsé a sus incipientes pechos. Luego vendrían los aumentos a lo Pamela Anderson, la heroína de su adolescencia. 

El caso es que Poole, natural de Leicestershire, saltó a la fama como la chica Barbie, en uno de esos cuentos de hadas que con tanta habilidad explotan los tabloides británicos. A sus 22 años, bastante más crecidita, la chavala ha vuelto a acaparar la atención de los británicos, esta vez por sus méritos intelectuales. 
Pues resulta que la chica Barbie ha estudiado Psicología, se ha diplomado en Derecho y ha hecho un máster de marketing de Moda en la Universidad de Nottingham. Todo esto para demostrar que el look a veces engaña, y que tras su imagen plastificada hay ante todo un cerebro que piensa. 


«La gente puede pensar que soy estúpida, pero les puedo demostrar lo contrario», declara al Daily Mail, tras reconocer que ha sido víctima de burlas constantes en el instituto y en su blog por su empeño en emular a sus muñecas. Con el tiempo, eso sí, su apariencia se ha hecho más contundente y adulta: ahora se ha inventado un alter ego, Charlotte Elizabeth, con el que triunfa en las noches londinenses. Aun así, reconoce que su Ken en la vida real la prefiere sin maquillaje y con legañas. 


La chica Barbie confiesa su devoción por Tolstoi y Darwin. Se declara feminista, atea y vegetariana. Y se siente dichosa por haber encontrado trabajo nada más quitarse la toga universitaria: se gana la vida como coordinadora de redes sociales en una firma de moda. 
«En los exámenes y en las entrevistas de trabajo me presento tal como soy», confiesa. «A mi alter ego la dejo descansando cuando tengo una cita seria. La educación es siempre lo primero. Aunque siempre hay tiempo para ser glamourosa». 


Asegura que su fijación por Barbie empezó un día en la preadolescencia, cuando se miró al espejo y echó en falta el color y la alegría de su infancia. «Me empecé a maquillar y a vestir como mis muñecas». Su familia fue comprensiva, pero sus amigas y los extraños con los que su cruzaba en la calle no se mordieron la lengua. «Me decían cosas horribles, como si pensaran que soy estúpida. Yo me reía de todos ellos, porque sé que no soy tonta». 

Pese al viraje intelectual de su vida, Charlotte Poole sigue obsesionada con su apariencia y anda ya ahorrando para retocarse la nariz. Tampoco descartas hincharse los labios e inyectarse Botox en unos años. «De momento, estoy intentando domar a la Barbie que llevo dentro. Tengo que aplicarme en mi nuevo trabajo».

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