06 enero 2013

Analizan el gen de Adam Lanza



La conmoción suscitada por la masacre de Newtown se empieza a diluir en Estados Unidos. Pero su onda expansiva sigue condicionando la agenda política de los políticos estadounidenses y planteando interrogantes a los científicos, que sopesan estos días si merece la pena indagar en el genoma del joven Adam Lanza, que asesinó a sangre fría el 14 de diciembre a su madre, a otros seis adultos y a una veintena de párvulos de la escuela de Sandy Hook. 

El cadáver de Lanza fue reclamado esta semana por su padre, que reside en Stamford (Connecticut) y trabaja como asesor fiscal de la firma General Electric. Pero el forense Wayne Carver sólo autorizó la entrega de los restos del asesino después de efectuar una prueba de ADN que permitiera a un equipo científico examinar el perfil genético del joven Lanza en busca de mutaciones capaces de explicar su agresividad. 

La investigación está en manos del Departamento de Genética de la Universidad de Connecticut, que por ahora prefiere no dar ningún detalle sobre sus objetivos o sobre las razones para indagar. El forense Carver dice que el caso se encuentra «en una fase muy prematura» y los portavoces de los científicos aseguran que los parámetros de la investigación «aún no se han definido por entero». 

El objetivo es averiguar si el genoma del asesino de Newtown presentaba alguna mutación que pudiera aportar nuevas pistas sobre los motivos de su conducta criminal. Un empeño que algunos científicos critican por inútil o sensacionalista y otros ensalzan en cambio porque podría ayudar a prevenir una masacre similar. 
«Siempre es una buena idea investigar el genoma de especímenes extraños porque las raíces genéticas de sus problemas pueden ser muy nítidas y fáciles de percibir», decía esta semana Pate Skene, que ejerce como neurobiólogo en la Universidad de Duke. «Aun así yo haría un llamamiento a la cautela», advierte.


«No en torno a la necesidad de investigar el perfil del asesino sino en torno a lo que podemos esperar de esa investigación. Si supiéramos que alguien tiene una probabilidad de un 2% o de un 20% de desarrollar una conducta violenta, ¿qué haríamos con esa persona? No se le ha condenado por nada. Es alguien que no ha hecho nada malo». 

Y sin embargo el perfil genético podría desempeñar un papel en un proceso judicial contra alguien que ha cometido un delito violento. Así lo explica el profesor Arthur Beaudet, que recuerda los casos de los asesinos a los que se les somete a un examen psiquiátrico para concederles o denegarles la libertad condicional. «Quizás un examen genético podría añadir certezas a esa decisión», explica Beaudet. «Esta es una investigación que no nos podemos permitir dejar de hacer». 

No todos los científicos son tan entusiastas con la investigación de la Universidad de Connecticut. Algunos advierten sobre la injusticia que supondría estigmatizar a personas con mutaciones genéticas similares a las del asesino. Otros apuntan que sería imposible establecer una relación de causa-efecto entre el perfil del ADN de Lanza y la masacre de Sandy Hook. «Hacer una investigación así es como disparar en la oscuridad. Es poco probable que lleguen a una conclusión», decía esta semana a Bloomberg Robert Nussbaum, que ejerce como genetista en la Universidad de California. 


A Nussbaum le preocupa que un hallazgo en el ADN de Lanza transmita conclusiones engañosas sobre la relación entre los genes y la violencia: «Si encuentran algo relacionado con el autismo, eso podría estigmatizar a quienes sufren ese problema». 

La mención de Nussbaum al autismo tiene que ver con las palabras de una vecina de la madre del asesino, que aseguró que a Lanza se le había diagnosticado síndrome de Asperger: una de las variedades del autismo. Aquel rumor suscitó la reacción airada de miles de padres de niños con autismo y de la sociedad que los agrupa en Estados Unidos. «No hay ningún estudio que sugiera un vínculo entre el autismo y la violencia planificada», dijo la Sociedad del Autismo al día siguiente del ataque de Newtown antes de pedir a los ciudadanos y a los periodistas que no juzgaran a ningún autista por lo que se había insinuado sobre el autor de la masacre. 

Los expertos advierten que por ahora sólo se conocen menos del 10% de las causas genéticas del autismo y que muchas personas que no son autistas presentan en su genoma las mismas mutaciones que quienes sufren la enfermedad. 

No es la primera vez que se indaga en los orígenes genéticos de la violencia. A mediados de los 60, dos científicos publicaron un estudio que decía que los varones con dos cromosomas Y eran más propensos a desarrollar conductas criminales que la mayoría de la población. 


El estudio ganó cierta fama porque se centraba en sujetos que respondían al estereotipo del villano de Hollywood: grandullones, torpes y con bajo cociente intelectual. Pero a principios de los años 80 quedó claro que la mayoría llevaba una vida sin sobresaltos. Quienes estaban en la cárcel no tenían antecedentes por delitos violentos y a muchos ni siquiera se les había diagnosticado esa malformación. 

Más interesantes son los estudios de una mutación del gen MAOA, que varios científicos analizaron en 1993. Esta mutación restringe la secreción de una enzima llamada Monoamino Oxidasa y origina una conducta agresiva y cierto retraso mental. Sin embargo los expertos señalan que esta mutación no podría ayudar a explicar la conducta de Lanza porque sólo explica la violencia repentina y no actos premeditados como la masacre de Sandy Hook. 

«Las personas impulsivas apenas tienen actividad en la región frontal del cerebro. Pero quienes planean su conducta agresiva no presentan esa anormalidad», explica Adrian Raine, criminólogo de la Universidad de Pensilvania. «Por eso el gen MAOA no ayuda a comprender a un asesino en serie como Lanza. Podremos explorar algunas pistas. Pero no tendremos respuestas definitivas». 

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