12 noviembre 2012

Stephen Salter es el domador de huracanes



Stephen Salter tiene un plan para domar los huracanes. El científico de la Universidad de Edimburgo, pionero de la energía undimotriz, ha puesto en práctica sus conocimientos sobre el movimiento de las olas y la dinámica de fluidos con un sencillo dispositivo consistente en anillos flotantes de neumáticos y conos invertidos de plástico, a modo de embudo. El invento, bautizado como la Pileta de Salter, sería capaz de bombear agua de los fondos marinos hacia la superficie del océano para prevenir la temperatura crítica (26,5 grados centígrados) a la que se forman los huracanes. 

El original sistema ha sido patentado con el respaldo de Intellectual Ventures, la empresa financiada por Bill Gates y cofundada por Nathan Myhrvold, el director de Tecnología de Microsoft.
El proyecto -que supondría el despliegue de 150 a 450 piletas en el llamado corredor de los huracanes del Atlántico- fue presentado en 2007 en una cumbre sobre tecnologías para la «supresión» de huracanes convocada tras el desastre del Katrina. Con la estela destructiva de Sandy aún reciente, y con la promesa del presidente Obama de tomarse en serio los retos del cambio climático, Salter espera que el Gobierno norteamericano reaccione y tenga en cuenta su propuesta. 


«Los políticos han sido muy perezosos con el cambio climático», explica Stephen Salter, desde su laboratorio en Edimburgo. «Confío que lo ocurrido con Sandy sirva no sólo para sacarles de su letargo, sino para pasar realmente a la acción». Salter reconoce que la palabra geoingeniería -el término que engloba a las tecnologías concebidas para manipular el clima- sigue provocando sarpullidos entre los científicos y la opinión pública. «Pero yo creo que las resistencias están cayendo y que la gente está ya convencida: algo hay que hacer para evitar los desastres naturales y humanos cada vez más frecuentes», asegura. 

«Si un huracán como el Katrina golpeara Nueva York, el desastre sería incalculable», advierte Salter. «Se producirían una lluvia de cristales y cascotes en las calles, muchos rascacielos sufrirían graves daños, las aguas subirían mucho más de lo que hemos visto con Sandy. Esa posibilidad ya está ahí, a la vuelta de la esquina, con la temperatura de los océanos en ascenso. Tenemos que hacer lo que podamos por evitarlo». 
El científico de 75 años -nacido en Sudáfrica y afincado en Escocia tras su paso por Cambridge-- saltó a la fama en 1977 por otro dispositivo flotante, conocido como el Pato de Salter y capaz de convertir en electricidad el 90% de la energía generada por las olas. En plena crisis del petróleo, el Gobierno británico canceló la investigación alegando el coste desproporcionado de la tecnología. 

Tiempo después -en pleno revés de la energías renovables comparable con el sufrido en estos últimos años- un nuevo estudio culpó al Gobierno británico por sus estimaciones desproporcionadas: el coste de una central flotante con la tecnología del Pato de Salter era en realidad 10 veces inferior. La cancelación del programa supuso un retraso de 20 años en el desarrollo de proyectos de energía undimotriz en Gran Bretaña. 


«Cualquiera puede imaginar lo que pienso de la falta de apoyo y financiación del Gobierno británico», declara ahora Salter, que agradece sin embargo el interés suscitado al otro lado del Atlántico no sólo por su tecnología anti-huracanes, sino también por proyectos como las torres flotantes de bombeo de agua salada para la formación de nubes que reflejen la luz solar y propicien el enfriamiento del Ártico. 

Gran parte de la comunidad científica muestra aún sus recelos a soluciones de geoingeniería por los efectos que puedan tener sobre el clima general en el planeta y las consecuencias imprevisibles sobre la alteración de los ciclos del agua, intensificando si cabe el riesgo de inundaciones y sequías. Salter sostiene, sin embargo, que su solución anti-huracanes no debería en principio suscitar polémica alguna. «Se trata simplemente de intentar enfriar la superficie del mar en un punto muy concreto y para prevenir desastres», insiste el científico. «Los dispositivos estarían concentrados en principio en el corredor donde se forman los huracanes en el Atlántico. Los dispositivos serían perfectamente localizables con radar y no supondrían riesgo alguno ni para los barcos ni para la fauna marina». 


Las Piletas Salter consisten básicamente en anillos flotantes de neumáticos (de 80 a 100 metros de diámetro) y embudos de plástico (de 10 a 100 metros de profundidad). Se crearía así un sistema de bombeo natural que permitiría mezclar el agua más cálida de la superficie con las corrientes más frías de las profundidades. «Las piletas funcionarían como medusas, haciendo circular el agua y proporcionando el enfriamiento de la superficie para evitar que se llegue a la temperatura crítica en la que se forman los huracanes», explica Salter. 
Al oreo del Sandy, y aunque aún no existe siquiera un presupuesto estimado, Intellectual Ventures ha querido dar un espaldarazo al proyecto defendiendo la «simplicidad» y la «eficiencia» de la Pileta Salter. «El sistema ha capturado la imaginación de nuestros expertos en las pruebas de laboratorio, aunque todavía precisamos de más investigaciones a cargo de expertos en cambio climático y oceanografía», afirma la empresa en un comunicado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario