El sexo es caro, y el afecto, más. Ésa parece ser la filosofía profesional de Jackie Samuel, madre soltera y estudiante de 29 años que, para poder pagarse la matrícula de la universidad, ha organizado, con abrumador éxito, El Acurrucadero (The Snuggery), una empresa en la que se acaricia a la gente.
El minuto de mimos sale por un dólar (79 céntimos de euro), así que no es de extrañar que Samuel gane en promedio 260 dólares a la semana (unos 205 euros) por acariciar a unos 30 clientes. A ese paso salen más de 100.000 euros anuales.
Todas las personas que acuden a El Acurrucadero deben tener muy presente que los mimos se hacen vestidos, aunque Samuel recomienda llevar «ropa aflojada, hecha con tejidos naturales» o, más específicamente, «pijamas». Cualquier tipo de contacto sexual está prohibido, dado que sería considerado prostitución, una actividad que se castiga con cárcel en la mayor parte de Estados Unidos. Samuel acepta, sin embargo, que sus clientes «se sientan excitados sexualmente. Eso es perfectamente normal».
El cliente puede elegir en qué habitación de la casa de Samuel quiere recibir su sesión de mimos, que puede ser de una hora, 90 minutos o dos horas. Previsiblemente, la mayor parte de los usuarios optan por recibir la terapia en la cama. Alguno ha intentado ir más allá de las caricias, pero la acariciadora dice que nunca ha dejado a nadie pasarse de lo mimoso a lo amoroso.
Samuel, que vive en Rochester -una ciudad que hasta ahora había sido famosa por ser la sede de Kodak, actualmente en suspensión de pagos- cree que sus caricias tienen algo de terapéutico. La mimoterapia de Samuel aparentemente baja la tensión sanguínea y refuerza el sistema inmunológico. También fortalece su cuenta corriente, hasta el punto de que ha contratado ya a una segunda mimosa, Colleen. Eso sí, la Universidad de Rochester no acaba de ver el negocio con buenos ojos y amenaza con expulsar a Samuel.
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