18 enero 2012

Encuentran fósiles recogidos por Darwin



Howard Falcon-Lang
 «Estaba buscando en un viejo y polvoriento mueble cuando vi un cajón con el rótulo Plantas fósiles no registradas y como no puedo resistirme al misterio, lo abrí. Lo que encontré dentro me dejó ¡boquiabierto!».


El paleontólogo británico Howard Falcon-Lang acababa de toparse, en la sede del Instituto Geológico Británico, con decenas de fósiles de plantas recogidos ni más ni menos que por Charles Darwin en el legendario viaje que hizo a bordo del Beagle.
Darwin





Fue en aquella singladura, que le llevó a dar la vuelta al mundo, cuando se asentaron en su cerebro las bases de la teoría de la selección natural de las especies.


Este tesoro de fósiles, que Darwin y sus colegas encontraron, recogieron y acondicionaron, ha estado perdido 165 años, desde poco después de que el biólogo británico retornara a su país.

«Había cientos de láminas de cristal que tenían en su interior delgados y traslúcidos fósiles de plantas», recuerda Falcon-Lang, que trabaja en el departamento de Ciencia de la Tierra en la Royal Hollaway de la Universidad de Londres. No es extraño. Ese era el método que los científicos utilizaban para colocar las muestras bajo el microscopio.


Fósiles encontrados
Poco después de empezar a revolver entre ellas, Falcon-Lang se topó con una en cuya etiqueta podía leerse: C. Darwin Esq. Era un pedazo de madera fosilizada que el padre de la Evolución había recogido en 1834.


Según la inscripción, en la isla chilena de Chiloé, donde el investigador no sólo vivió su primer terremoto, sino que pasó muchos días observando su geología y recogiendo fragmentos de lignita negra, madera fosilizada, pirita y otros minerales.

Luego, en los meses del tedioso viaje de regreso a Inglaterra, entre mareo y mareo, fue cortándolos en finas secciones, de modo que a su llegada ya estuvieran preparados para su estudio.

Joseph Hooker
Darwin encargó a su cercano amigo y colega Joseph Hooker, uno de los grandes botánicos ingleses (llegó a dirigir el Kew Gardens), que ensamblara la colección durante el corto periodo de tiempo que éste trabajó para el Instituto Geológico, en 1846.

Pero a Hooker se le acumuló el trabajo y estos envíos acabaron mezclados con los que él mismo había recogido en un viaje a la Antártida, y otros de colegas que le llevaban donaciones. No dio abasto para catalogar tantos materiales, entre otras cosas porque se acababa de casar, y los fósiles no registrados fueron acumulándose en un cajón.

Además, en 1848 Hooker se fue de expedición al Himalaya y para cuando volvió, dos años más tarde, aquel viejo mueble, que perteneció a su suegro, John Henslow (curiosamente, el mentor de Darwin en Cambridge), había sido cambiado de lugar.

Desde entonces fue llevado de una institución geológica a otra hasta acabar en el edificio donde ha pasado los últimos 50 años: la sede del Instituto Geológico en Keyworth, en el centro de Gran Bretaña. Falcon-Lang les sacudió su polvo histórico.

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