Tiene el 99% de su cuerpo tatuado. Tan sólo se salvan las
palmas de las manos y las plantas de los pies. Y no es porque no lo haya
intentado. Trató de inyectarse tinta china en cuatro ocasiones, pero no lo
logró. Su cuerpo rechazaba la pintura en esa parte de su anatomía.
Conocido como El hombre de ajedrez por haber dibujado su
cuerpo como si fuese un tablero del popular juego, Matt Gone comenzó a tatuarse
con 14 años.
Sin embargo, más que por estética lo hizo para ocultar los
defectos físicos que le provocaba el síndrome de Poland, la enfermedad que
padece desde su nacimiento y que ha afectado el desarrollo de su pectoral
izquierdo mayor, sus bíceps inferiores y su riñón izquierdo.
«Cuando estoy en el hospital y me están quitando mi orgullo
y humanidad, todavía tengo mis tatuajes y todavía me amo. Ellos ocultan la
pérdida de los músculos de mi pecho y brazo», explica Gone, en declaraciones al
portal venezolano Últimas Noticias.
Sus padres murieron siendo él todavía un niño y pasó su
infancia entre orfanatos y hospitales. Con una insuficiencia renal crónica, la
vejiga reconstruida y numerosos dolores, Gone no ha dudado en seguir tatuando
su cuerpo, pese a las advertencias de los médicos para que no lo hiciera.
Hace
dos años, decidió inyectarse él mismo tinta verde y azul en la esclerótica, la
parte blanca de sus ojos, aunque su empeño pudiera ocasionarle una infección
grave o una ceguera. «No estoy loco, mis tatuajes me ayudan a ser feliz, hacen
mi vida más corta pero interesante», asegura convencido.
Durante más de 20 años trabajó como cocinero en la ciudad de
Nueva Orleans, pero el huracán Katrina en 2005 le llevó al paro. Fue entonces
cuando decidió tatuarse la cara y comenzó a mostrar su cuerpo en convenciones
de tatuaje por todo el mundo. No pretendía tan sólo enseñar el trabajo de más
de 80 tatuadores, sino dar a conocer la enfermedad congénita que padece.
Más de 500 sesiones de tatuaje que le han convertido en un
tablero de ajedrez humano. Una combinación de casillas blancas y negras que han
esculpido su cuerpo y que también decoran todas las estancias de su casa.
Pese a que su aspecto dista mucho de lo convencional, Gone
asegura que nunca ha tenido problemas para encontrar pareja. «He tenido muchas
relaciones a lo largo de mi vida. Al principio, mis tatuajes no suelen gustar,
pero luego consigo que las mujeres se olviden de ellos».
Asegura que nunca se ha arrepentido de teñir su cuerpo, pero
sí de algunos de los diseños, que no ha dudado en reparar, aunque para hacerlo
se haya gastado una fortuna: de 5.000 a 7.000 dólares (entre 3.600 a 5.150
euros) al año en tatuajes. Todo un récord.
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