Se podría decir que Judy Clarke se gana la vida interpretando el papel de abogada del diablo. La mueve su perfil de penalista de prestigio. Pero también su militancia contra la pena de muerte, que la ha llevado a salvar del patíbulo a clientes como el terrorista Ted Kaczynski o la asesina Susan Smith, que asfixió a sus dos hijos en un lago de Carolina del Sur.
Las autoridades anunciaron anteayer que Clarke se hará cargo de la defensa del terrorista Dzhojar Tsarnaev, al que varias imágenes señalan como coautor del atentado en el maratón de Boston y al que la policía logró capturar después de una persecución frenética en la que falleció su hermano Tamerlan.
Se antoja difícil apartar al joven de origen checheno de la pena de muerte. Pero si alguien puede lograrlo, sin duda es la letrada Clarke, que lleva varias décadas defendiendo con éxito a los criminales más odiados de Estados Unidos y velando por las garantías del proceso judicial.
No es la primera vez que Clarke asume la defensa de un terrorista. Lo hizo en los casos del Unabomber Ted Kaczynski y en el del ultra Eric Rudolph, que colocó un artefacto explosivo durante los Juegos Olímpicos de Atlanta y fue capturado después de varios años en la lista de fugitivos del FBI. Ambos esquivaron la pena capital y ni siquiera fueron a juicio gracias a su abogada, que negoció su condena a cadena perpetua con el tribunal. Hasta ahora Clarke ha salvado del patíbulo a todos sus clientes. Incluidos la parricida Smith y el demente Jared Loughner, que disparó contra la congresista Gaby Giffords en un evento celebrado en enero de 2011.
También se libró el islamista francés Zacarias Moussaoui, que cumple una condena en Colorado por su complicidad en los atentados del 11 de Septiembre.
A Clarke no le gusta ser protagonista fuera de los juzgados. Natural de Carolina del Norte, se hizo abogada para emular a su ídolo televisivo Perry Mason y desde hace unos años regenta un bufete en la ciudad californiana de San Diego junto a su esposo Thomas H. Speedy Rice.
Quienes la conocen recuerdan que se crió en una familia muy conservadora y que su hermano murió de sida con apenas 31 años.
A Clarke le gusta montar a caballo y apenas habla sobre sus clientes. Pero hace unos años expresó en una revista jurídica el porqué de su vocación: «La idea es que nosotros estamos entre el individuo y el poder del Estado y al hacerlo defendemos los valores fundamentales que hacen grande a este país. A ninguno de nosotros le gustaría que lo definieran por el peor momento del peor día de su vida. Tampoco a aquéllos acusados de los peores crímenes».
Clarke suele cobrar del Estado por ejercer la defensa de presuntos criminales. Pero en el caso de Susan Smith donó los 82.944 dólares de la minuta para sufragar la defensa de varios indigentes. Quizá esta vez haga algo similar.
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