¿Cuándo fue la primera vez que tomó café? ¿Recuerda si sus padres le permitían beberlo cuando era adolescente? ¿Puede ahora prescindir de esa taza matutina? Los que cada mañana se levantan pensando en sus dosis de cafeína, probablemente no les preocupe mucho saber cómo esta sustancia actúa en su organismo, pero quizás sí les pueda interesar cómo afecta el café al cerebro de sus hijos y cómo esta sustancia puede mejorar su rendimiento cognitivo.
Desde 1977, el consumo de cafeína entre la población infantil ha aumentado un 70%, según cifras estadounidenses. Por este motivo, Jennifer Temple, investigadora de la Universidad de Buffalo (EEUU), ha llevado a cabo un estudio con 96 niños y adolescentes para conocer cómo desarrollan ciertas tareas tras haber ingerido café y si hay diferencias en función del género. A unos les dieron una sustancia placebo y a otros cafeína y les midieron su habilidad a la hora de realizar pruebas de memoria, tests de reacción y tareas relacionadas con el color y las palabras.
Los resultados, que acaban de presentarse en las sesiones científicas de la Sociedad Americana de Nutrición, muestran que la cafeína aumenta la capacidad para realizar adecuadamente los tests de memoria y que, además, las chicas que toman esta sustancia responden mejor tanto a estas pruebas como a las otras dos mencionadas, en comparación con los niños de su edad.
«Este es el primer estudio en niños y adolescentes que detecta diferencias por género en relación a la cafeína y su efecto en el rendimiento cognitivo, al igual que también hemos observado que su influencia cambia según el estadio del ciclo menstrual», señala en un comunicado Temple.
Estos datos no implican que niños y adolescentes tengan que cambiar sus hábitos alimenticios. Temple sugiere que deberían tenerse en cuenta para conocer cómo actúan las drogas ilegales en hombres y en mujeres, ya que quizá puedan existir diferencias en función de las hormonas circulantes, y «ayudar a mejorar las terapias para las adicciones, orientándolas en función del género».
Pero, ¿cómo actúa la cafeína en el cerebro? Esta sustancia aumenta la eficiencia de las áreas cerebrales relacionadas con la alerta y el aprendizaje. «Es un psicoestimulante débil y mejora la resistencia a la fatiga. En tareas de aprendizaje pasivo, es decir, cuando uno hace o ve cosas sin prestar mucho interés, mejora la atención y, por tanto, la memoria sobre los pequeños detalles. En cambio, cuando el proceso de memorización es activo, por ejemplo, cuando estás encerrado en una habitación intentando fijar un texto, tomar cafeína no implica grandes diferencias porque la concentración y la alerta ya son elevadas. Tampoco es muy útil en las tareas complejas», explica Guillermo García-Ribas, neurólogo y coordinador del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología. «En el día a día el café es práctico, porque uno no está aislado para fijar conceptos. En definitiva, nos hace mariposear menos».
No obstante, a pesar de sus beneficios sobre la atención, este experto no recomienda la cafeína en niños y adolescentes «porque puede tener efectos sobre la arquitectura del sueño. No es fácil decir qué cantidad de cafeína es la segura en un niño ya que depende del peso, la talla, etc. Y si la dosis es excesiva se pueden producir efectos no deseables como nerviosismo, taquicardia...».
En la misma línea se muestra el presidente de la Academia Española de Nutrición, Lluís Serra, quien apunta que, en determinadas patologías como la epilepsia, la cafeína puede generar problemas. Este experto recuerda que el proceso de absorción de esta sustancia es más lento de lo que habitualmente se cree. «Empieza en torno a las dos o tres horas de su consumo y se prolonga otras tantas más. Por eso, algunas personas si toman un café a las seis o siete de la tarde pueden tener dificultad para dormir. En cambio, si se bebe antes de irse a la cama lo más probable es que se concilie el sueño sin problemas».
Aunque Serra asegura que no se puede generalizar, establece que un consumo moderado estaría en los tres miligramos de cafeína por kilo de peso y día (una taza contiene unos 100 miligramos). «Estaríamos hablando de una dosis alta si una persona toma cinco miligramos diarios por cada kilo de su peso», apunta. «En niños, no hay estudios suficientes para establecer una dosis segura», advierte.
Fernando Fernández Aranda, responsable de la Unidad de Trastornos de la Alimentación del hospital de Bellvitge y del Grupo de Investigación Avanzada en Trastornos de la Alimentación del CIBERobn, insiste en que el mensaje de estudios como el de Temple debería ser que el consumo moderado de cafeína en la adolescencia «no empeora el rendimiento cognitivo sino más bien lo contrario, y que no hay que alarmar con determinadas sustancias, aunque tampoco habría que recomendar su consumo a todos los niños y adolescentes».
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