23 abril 2012

Treinta años después buscan a Etan Patz.



Una carpa de plástico azul cubre el sótano en el edificio de la tienda de vaqueros Lucky Brand del SoHo neoyorquino. Dos camiones del FBI flanquean el agujero mientras docenas de agentes sacan cemento y piedras. Un ramo de margaritas resiste atado a la valla metálica que impide el paso. El escaparate de la esquina está decorado con un eslogan de letras multicolores donde se puede leer: «Paraíso encontrado». 

En ese sótano de la calle Prince se busca el cadáver de Etan Patz, el niño de seis años que desapareció cuando iba al colegio el 25 de mayo de 1979. Su cara angelical, retratada por su padre, fotógrafo profesional, fue el primer «se busca» en salir en un cartón de leche. Centenares de policías y voluntarios rastrearon su paradero hasta Israel. Y Ronald Reagan estableció el Día de los Niños Desaparecidos en su nombre. «Tuvo mucho impacto. El público era más inocente sobre los peligros.


 Así nació la idea de que los padres debían saber dónde están los niños todo el tiempo... El caso despertó tanta compasión porque había muchas fotos bonitas y los padres hablan muy bien», explica Lisa Cohen, la mayor experta en el caso y autora del libro After Etan. 
Varias generaciones de investigadores han intentado resolver el misterio. La búsqueda llevaba ahora parada una década, pero el padre del niño, Stan, convenció a la Fiscalía para que intente de nuevo aclarar qué pasó aquel día en que Etan consiguió que le dejaran ir por primera vez solo hasta la parada del autobús escolar. 

Sus padres

A las 7.55 horas, el niño salió con su mochila de elefantes al hombro y su gorra de una aerolínea que ya no existe. Sólo tenía que andar dos manzanas y girar en la esquina. Su madre, Julie, observó cómo se marchaba desde la ventana. Nunca lo volvió a ver. La policía cree ahora que Etan no pasó de aquel sótano a media manzana de su casa y donde trabajaba un chapuzas jamaicano llamado Othniel Miller. 

Miller

La tienducha estaba rodeada de almacenes en un barrio donde artistas como Stan empezaban a restaurar grandes espacios vacíos y voluntarios como Julie creaban las primeras guarderías. Hoy esa manzana está poblada de carteles de colores brillantes que anuncian el festival de cine de Tribeca. Enfrente del sótano hay una tienda de la marca Camper. Una manzana más allá, Chanel vende zapatos por un millar de dólares. 


Algunas tiendas han cerrado unos días por la investigación. «¿Todo el fin de semana?», se queja una joven. «Escena de un crimen», replica con frialdad un agente. Dos turistas suizos hacen fotos. «Esto es el CSI», aseguran unos franceses. «Es triste. Al principio, pensé que estaban rodando una película», cuenta Brok, una joven empleada de Camper que no había nacido cuando desapareció Etan y que sólo ha conocido este Soho de diseño. «Es un poco horrible ver cómo la gente se sienta en la tienda a mirar». 



En la acera, decenas de reporteros y vecinos del barrio esperan, algunos en sillas de jardín. De vez en cuando se acerca a la barrera Tim Flannelly, portavoz del FBI, y susurra unas pocas frases». Hay que seguir», comenta en voz baja. Acaban de encontrar «un posible rastro de sangre» en una pared de yeso que puede llevar a localizar los restos humanos que han detectado los perros policía. 
Durante un buen rato, Flannelly vigila un enorme contenedor y mira hacia la manzana donde siguen viviendo los padres de Etan. 

Nunca se mudaron ni quisieron cambiar de número de teléfono porque el niño se lo sabía de memoria y durante años fantaseaban con que un día Etan llamaría o aparecería. En el año 1986, la policía investigó en Israel porque alguien pensaba haberlo visto allí. Y algunos agentes del FBI todavía creen que el retrato robot de cómo sería Etan hoy coincide con la imagen de un joven visto en Florida. 


Desde su ventanal en el loft que reconstruyeron ellos mismos, los Patz pueden ver la escena. Lisa Cohen es una de las pocas personas que ha hablado con ellos estos días. «Están más o menos bien. Stan estaba frustrado por ver que el caso no progresaba. Nunca lo ha dejado. Ahora están agobiados con la prensa, pero saben que es parte del proceso», explica. En la puerta han dejado un cartel pidiendo a los reporteros que dejen de llamar a su timbre. «Trabajadores y pacientes miembros de la prensa, la respuesta por ahora es 'sin comentarios'», se puede leer en el cartel. 

El FBI nunca logró pruebas para incriminar al principal sospechoso, el puertorriqueño José Ramos, encarcelado por acosar sexualmente a otros dos niños en los años 80. En 1988, un fiscal le sacó la confesión de que había llevado a Etan a su apartamento y había intentando abusar de él, pero Ramos contó también que lo había dejado marchar. El próximo noviembre saldrá de prisión. 


El puertorriqueño trabajaba para Miller, que ahora tiene 75 años y ha vuelto a ser interrogado por el hallazgo de una nueva pista. Su ex mujer ha asegurado a la policía que se divorciaron porque él había violado a una niña de la familia, según The New York Post. Y los Patz también pidieron que se investigara otra vez al chapuzas que solía dar un dólar a su hijo por echarle una mano. Durante el interrogatorio con la policía, el anciano soltó: «¿Y si movieron el cadáver del niño?».

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