18 junio 2012

El pez conejo amenaza con llegar a las costas españolas.



Aún no ha llegado a la costa española, pero cada vez está más cerca. Tras causar estragos en varios países del Mediterráneo oriental, en concreto en Turquía y en las islas del sur de Grecia, el llamado pez conejo ha sido divisado en aguas francesas (Marsella), italianas (Sicilia), tunecinas y libias. Siganus rivulatus y Siganus luridus son las dos especies de pez conejo que están invadiendo esa parte del Mediterráneo y dejando sin alimento a algunos peces autóctonos, según explica Emma Cebrián, investigadora del Centro de Estudios Avanzados de Blanes (CEAB-CSIC). 


El voraz pez conejo, bautizado con ese nombre porque es herbívoro y sus dientes recuerdan a los de este animal, llegó al Mediterráneo oriental a través del Canal de Suez. Procede del Océano Índico occidental, en concreto del Mar Rojo y el Golfo de Adén. «Los primeros ejemplares se divisaron hace más de medio siglo, pero ha sido en los últimos años cuando se han convertido en un verdadero problema. Se trata de dos especies muy voraces. Se alimentan de la cubierta vegetal, dejando la roca desnuda. Convierten el bosque en un desierto. Por un lado, desplazan a peces herbívoros autóctonos, a los que dejan sin alimento. Por otro, afecta a peces que utilizan las algas para cobijar a sus pequeños y a otros que se alimentan de artrópodos», explica la investigadora.

El pez conejo no ha llegado aún a nuestro país y Cebrián, especializada en especies invasoras marinas, no cree que en la actualidad suponga una amenaza para España. Sin embargo, no descarta que, si se cumplen las previsiones sobre el calentamiento global y la temperatura del agua sigue aumentando, estos peces puedan llegar a nuestras costas en el futuro. Cebrián, que lleva varios años siguiendo la pista a este herbívoro, recuerda que el año pasado se quedó impresionada al comprobar su presencia masiva al suroeste de Turquía: «En pueblos costeros como Kas o Adrasan, el pez conejo representaba casi el 70% de lo que se pescaba». 


Este pescado blanco, de baja calidad, se vendía en los mercados por unos seis euros el kilo: «Lo venden porque es lo único que tienen. En lugar de encontrar grandes depredadores, prácticamente sólo pescan pez conejo», señala. Una vez que estas especies se han introducido, es muy costoso y prácticamente imposible erradicarlas, por lo que la estrategia más eficaz es intentar evitar que lleguen. 
En Samos, Cebrián ha estado explicando los trabajos que su equipo ha realizado en España y Francia para recuperar la comunidad del coralígeno, amenazada por la proliferación de algas invasoras de origen tropical, sobre todo Caulerpa racemosa y Womersleyella setacea.

Caulerpa

 Y es que si el pez conejo es el invasor más dañino en el Mediterráneo oriental, estas algas son en la actualidad las especies más perjudiciales en la orilla occidental. Suelen ser tóxicas, por lo que no sirven como alimento para los peces. «Algunas han sido introducidas por la acuicultura. Al cultivar ostras de Japón, por ejemplo, llegan pegadas a ellas algas que encuentran condiciones ambientales favorables para su reproducción. El agua de lastre que los barcos cargan en sus bodegas para mantener la línea de flotación, y que posteriormente descargan en los puertos, también transporta larvas de especies, que pueden convertirse en invasoras», explica. 

Womersleyella setacea

El pez conejo y las algas tropicales reflejan bien el problema creciente que representan las especies invasoras marinas, cuyos efectos son menos evidentes y conocidos que algunos animales terrestres, como el mosquito tigre, el mapache o el visón americano. Laura Moreno, técnico del programa de especies de la organización conservacionista WWF, subraya que, en ocasiones, estas especies se han introducido de forma voluntaria, como la trucha arcoíris (Oncorhynchus mykiss) para la pesca deportiva, o la almeja japonesa, que se ha usado mucho para el marisqueo en Galicia, y ha ido reemplazando a otras especies autóctonas de almeja de más calidad. «Son especies invasoras y deberían tener una gestión más estricta», reclama. 

En ocasiones, son los mismos ciudadanos los que, de forma involuntaria, introducen en la naturaleza especies invasoras muy dañinas. La mayoría de las veces se trata de mascotas exóticas: «Las compran cuando son pequeñas y, al crecer, comienzan a causar problemas y son abandonadas en el medio natural», señala. Moreno recuerda el caso del galápago de Florida (Trachemys scripta elegans) una tortuga estadounidense que durante los años 80 y 90 se convirtió en una mascota muy popular. Hasta hace no mucho podía adquirirse en tiendas de animales. 

Galápago de Florida

El abandono masivo del galápago de Florida, que suele alcanzar los 20 centímetros, ha propiciado su rápida expansión y ha puesto en serio peligro al galápago europeo. «Mucha gente desconoce los problemas que origina abandonar animales en el medio natural. A menudo se piensa que van a estar mejor, por eso es muy importante que la gente sea consciente de los problemas que causa», concluye.

Galápago Europeo

1 comentario:

  1. Pues se trata de una especie muy apreciada para su venta en acuarios marinos de arrecife, si se centrara su pesca para la venta con este fin, debido a precios que se alcanza en el mercado por estos animales, no creo que les considerara plaga, más bien se acabaria rápido con los ejemplares existentes, estamos hablando de unos 50-60 euros/ejemplar

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