09 febrero 2014

Woody Allen se defiende de su hija adoptiva Dylan


El culebrón sobre los presuntos abusos sexuales de Woody Allen a su hija adoptiva Dylan y el papel jugado por su ex esposa, Mia Farrow, en todo el escándalo está poniendo a uno de los directores de cine más admirados del mundo y a una de las actrices y activistas con más prestigio de Estados Unidos a la altura de Kiko (tanto Matamoros como Rivera) y Belén Esteban. 

Es el cotilleo de la gente intelectual y de izquierdas de Estados Unidos. Y, como tal, la pelea no se dirime en las páginas de People o en los platós del programa de televisión Maury –que se especializa en pruebas de paternidad y en polígrafos– sino en las muy venerables páginas de Opinión de The New York Times.

La «vieja dama gris», como los pedantes todavía siguen llamando al diario de referencia neoyorkino, queda así convertida en la versión culta de Us, una revista que cualquiera se puede comprar en el súper. Y con un doble ganador del Premio Pulitzer, Nicholas Kristoff –compañero de Mia Farrow de causas humanitarias en Sudán– y Barbara Walters –la matriarca del periodismo televisivo estadounidenses– transformados en Jorge Javier Vázquez y Lydia Lozano, respectivamente. 


Este viernes llegó el penúltimo episodio de la serie, con un artículo de Allen publicado, evidentemente, en The New York Times, en el que volvía a reiterar que él no abusó sexualmente de Dylan cuando ésta tenía siete años, y que toda ha sido una invención de Mia Farrow, que lleva más de dos décadas manipulando a la joven «para que odie a su padre porque es un monstruo». 

Entre los argumentos que da Allen para justificar su inocencia, está uno que cualquier aficionado a su cine juzgará irrebatible. 

«Incluso el escenario en el que el falso acoso supuestamente tuvo lugar, ha sido erróneamente elegido.


Mia escogió el ático de nuestra casa de fin de semana [como el lugar donde presuntamente Allen abusó de Dylan], un sitio que ella debería haberse dado cuenta que nunca visito porque es una habitación pequeña, llena de trastos, donde uno casi no puede ponerse de pie, y yo tengo una tremenda claustrofobia. Solo he estado una o dos veces allí para buscar algo, y me tuve que ir corriendo», dice Allen. 

Pero, al margen del argumento médico, la línea de defensa de Allen es la misma que ha mantenido en todas sus controversias –legales y personales– con Farrow: su compañera entre 1982 y 1992 es un monstruo que ha manipulado los sentimientos de Dylan –que en la época en la que los dos se separaron sólo tenía 7 años– para volverla contra su padre adoptivo.

En todo el artículo el cineasta no cesa de repetir que Farrow lavó el cerebro de Dylan, que ahora tiene 28 años, y que la chica se ha creado una fantasía en su cabeza de la que no es capaz de salir. 

Allen recuerda en su artículo que, cuando Farrow le acusó de haber abusado sexualmente de Dylan, él accedió a someterse a un detector de mentiras «y por supuesto pasé la prueba porque no había mentido» A continuación, «le pedí a Mia [hacer lo mismo] y se negó».


El director y actor también saca a la palestra a una ex novia, Stacey Nelkin, que tuvo una relación con Allen en la década de los ochenta, cuando ella tenía 17 años y él 52. 

Según ha declarado Nelkin esta semana a la cadena de televisión CNN, durante la separación entre Allen y Farrow, el equipo asesor de ésta le pidió «que prestara declaración en el juicio y dijera que yo tenía 15 años cuando salimos, y les dije que no, porque empezamos cuando yo tenía 17 y acabamos cuando yo tenía 19».

Nelkin, que conoció a Allen cuando éste grababaManhattan, en 1978, acusó a Farrow de «tratar de crear la idea de que éste es un hombre que busca a chicas jóvenes para seducirlas». Lo cual, basado en su propia experiencia y en la actual esposa del director, Soon-Yi Previn –también su hija adoptiva, también 45 años más joven que él– resulta cierto.

La cuestión, sin embargo, es si a Allen le gustan jóvenes o le gustan niñas, porque en el segundo caso la cosa deja de ser de gustos y pasa a entrar en el terreno penal. 

Entretanto, ayer por la mañana Dylan respondía a través del Hollywood Reporter. Según la joven, el artículo de su ex padre adoptivo no es más que «la última vuelta de tuerca de las mismas distorsiones legales y mentiras que me ha echado encima durante los últimos 20 años». 

Dylan recuerda que la sentencia del juicio en el que Allen y Farrow rompieron su relación, en 1992, dice que «no hay evidencia creíble que sostenga la alegación del señor Allen de que la señora Farrow entrenara a Dylan [para ir contra él] o que actuara movida por la venganza contra él por haber seducido a Soon-Yi».

No es más que un giro más en una historia en la que Allen también recuerda cómo la policía, tras una investigación llevada a cabo por expertos de la Universidad de Yale, no dio credibilidad a las acusaciones de pederastia de Dylan y de Farrow.


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