Haifa Wehbe, un bellezón de padre libanés y madre egipcia, es mito y figura en tierra árabe. Una auténtica diosa capaz de llenar estadios, hacer saltar a miles a su ritmo, reunir a millones en las telenovelas por las que desfila y desatar tormentas con tan sólo mover un músculo. El último de sus escándalos corre por Twitter. La bala, que ni siquiera tiene los 140 caracteres de rigor, ha provocado ríos de tinta entre su millón de seguidores y los lectores del papel couché.
La proclama del tuit de la discordia es sencilla y la canturrean otros compañeros de gremio en la televisión estatal: «¡Viva el ejército egipcio!». Pero Haifa y su ardor guerrero no podían no dar la nota. Y, en la fotografía adjunta al mensaje, la diva aparece encaramada en uno de los tanques que pueblan las principales arterias de El Cairo. El soldado del carro de combate, un jovenzuelo que asoma por su escotilla, observa atónito a la morena de calendario con su cabello color azabache meciéndose al viento. Haifa, ajena a la mirada uniformada, dibuja en sus manos el signo de la victoria mientras presume de 37 años esculpidos por la gracia del bisturí.
La segunda mujer más deseada de los árabes –según la encuesta elaborada por un portal masculino– luce sus curvas de infarto con la camiseta y los pantalones ceñidos que usan las chiquillas modernas y pudientes en las calles egipcias. El tuit y su carga han recibido las reacciones opuestas que las tropas y sus cabecillas suscitan desde que en julio expulsaran de la Presidencia al islamista Mohamed Mursi.
Para Haifa estar en el candelero es parte de su trabajo. En 2006, con los rescoldos aún humeantes de la guerra entre Líbano e Israel, felicitó en un concierto al belicoso líder de la milicia chií libanesa Hizbulá, Hasan Nasrala. «El Líbano es una tierra que tiene a gente para defenderla. Nasrala tuvo un papel importante en la defensa del honor y la frontera del Líbano», declaró exultante. Dos años después, su nombre sonó en el Parlamento de Bahrein. Sus señorías aprobaron una moción para vetar sin éxito su actuación en el emirato. ¿La razón? Como explicó uno de aquellos diputados mojigatos, Haifa era una «cantante sexual» que hablaba con el cuerpo en lugar de usar la voz.
Hasta el tuit –divorcios y amoríos aparte– su última gresca ocurrió en 2009, también en Egipto. La letra de un tema –«¿Dónde está mi oso de peluche y mi mono nubio?»– enfureció a la marginada población nubia del país, que la demandó por racismo. La acusada, ducha en los litigios, siempre aduce la misma defensa: «Soy una artista, no una política. Sé que mis fans me quieren y estoy aquí por ellos».
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