McDonald’s no es sólo una empresa de comida rápida. Es
también una empresa de consejeros delegados rápidos.
En 16 años, la compañía
que para muchos simboliza las hamburguesas ha consumido a seis. El séptimo
llega mañana al mostrador. Se llama Steve Easterbrook, es británico y tiene 48
años.
El enemigo de Easterbrook es la berza. Literalmente. La
berza (kale, en inglés) se ha convertido en Estados Unidos en el símbolo de la
comida sana.
Y la comida sana está avanzando a toda velocidad en ese país.
McDonald’s corre un serio peligro de quedarse con una imagen de empresa que
vende comida–basura para pobres y para viejos.
Los jóvenes ni se acercan a sus establecimientos, como
revela el hecho de que, en el último año, el número de clientes ha caído en un
4,1% en Estados Unidos. No sólo allí. En el conjunto del mundo, las visitas a
sus restaurantes cayeron un 3,6%, según The Wall Street Journal. Eso explica
que en el cuarto trimestre de 2014 sus ventas cayeran un 7%, y los beneficios
un 21%.
Ahí es donde Easterbrook puede cambiar. En Reino Unido
trabajó en la asiática Wagamama, muy popular entre los jóvenes, y revitalizó
McDonald’s con decisiones como destinar el aceite usado a producir biofuel.
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